martes, 5 de marzo de 2013

"¡Sálvese quien pueda!"

¡Qué endiosados y qué inconscientes hemos sido la gran mayoría de los periodistas no queriendo ver y no afrontando lo que se nos venía encima…! 
         ¡Siempre preocupados con lo ajeno, "arreglando el mundo" de los demás, a merced y al socaire de los intereses empresariales, institucionales y políticos, mientras lo propio, lo que nos ha estado realizando y dándonos valor, se ha transformado en un patético escenario mediático de extinción, de incertidumbre y de precariedad!

Nunca en los últimos tiempos las estructuras sociales han estado tan en “tenguerengue” como en la actualidad. Vayas por donde vayas, hables con quien hables, mires lo que mires… En definitiva, hagas lo que hagas, la sensación de inestabilidad o de inseguridad se masca en el ambiente. El acojono habita entre nosotros y esta sensación no hay manera de disimularla y, mucho menos, de soportarla. Lo que antes podía ser bueno y ejemplar, hoy ya no lo es tanto. El norte de nuestro destino ha perdido su brújula y ahora los convencionales puntos cardinales andan desorientados. Todo está bajo sospecha y en entredicho. El cuestionamiento campa por sus fueros y aquí nadie ni nada tiene garantía para brillar por sí mismo o para cumplir con lo previsto.

LA  SOCIEDAD  ANDA  DESAMPARADA  Y  SIN  REFERENTES

La Corona se oxida, la democracia convalece, el Gobierno se “abastilla”, la Unión Europea acorrala, los partidos políticos se distancian, los dirigentes levitan, las regiones se sublevan, la justicia “depende”, las instituciones se atrincheran, los bancos arruinan, las empresas se inmolan, la esperanza fenece… En definitiva, la sociedad anda desamparada porque sus tradicionales referentes se han vuelto contra ella misma. Y lo peor es que no sabe qué resortes válidos quedan para intentar salir de este atolladero, eso sí, evitando agarrar un hierro ardiendo para no achicharrarse aún más.

         En este sentir, los medios informativos comprometidos han tenido siempre un papel trascendental en el afronte de las crisis sociales. La mayoría de las veces, con mínimos recursos y casi nulas libertades, periodistas y medios han sido trascendentales armas para batallar contra las injusticias y las desigualdades. Hoy son caudal de un manantial de negatividades sin que, de momento, se aprecien grandes logros o avances en la mejora de nuestro existir.

¡Nunca tanto como ahora, los medios de comunicación han tenido tanto que informar, tanto que denunciar y tanto que valorar!

Sin embargo, dado el panorama de mínimas y planas reacciones que se generan, parece que ellos están clamando en un desierto de indolencia o de abatimiento. Basta atender cualquier telediario… El menú de noticias a degustar no puede ser más indigesto y hasta vomitivo. Además, para colmo, el periodismo también subsiste gravemente herido, sin saber reubicarse en esta difícil y convulsa época.

Libre expresión, competentes profesionales y medios informativos dotados y responsables deberían seguir conformando una combativa alianza para, como siempre, procurar el bien común en supuestas sociedades avanzadas al igual que la nuestra. No obstante, el horizonte actual no favorece el logro de tan encomiable finalidad. Las expectantes nuevas tecnologías, con los consiguientes cambios de conductas y de inquietudes sociales que provocan, las drásticas reducciones publicitarias y el aumento de los costos de producción, entre otros, vienen siendo factores determinantes para que el “cuaderno de bitácora” del periodismo refleje un rumbo incierto. Mucho me temo que, ante la agonía y declive que hoy experimentan nuestros periódicos, televisiones y emisoras de radio, la libertad, la cantidad, la pluralidad y la calidad del ejercicio periodístico están sintiéndose seriamente perjudicadas por los duros ajustes empresariales y por las dependencias económicas hacia poderes fácticos que imponen sus propios “códigos” de libertades y también sus propios instrumentos mediáticos.

LOS  MEDIOS  DE  COMUNICACIÓN  PRECARIOS  TIENEN  FECHA  DE  CADUCIDAD

         Estamos, pues, ante una “pescadilla” que se muerde la cola. Si nuestros medios de comunicación social (tanto públicos como privados) son cada vez más escasos, menos profesionalizados, más precarios, menos libres y más sectáreos, parecerá claro que tarde o temprano dejarán de estar a la altura de las exigencias humanas y, por consiguiente, su futura existencia tendrá fecha de caducidad. Las continuas cifras de disminución de tiradas de periódicos y de audiencias de radio y televisión hablan por sí solas (http://xurl.es/j33hj). A fin de cuentas, la sociedad en general irá perdiendo o desvirtuando uno de sus más importantes hitos históricos “los libres y plurales medios de masas tradicionales”, en favor de las revolucionarias posibilidades comunicativas de Internet, únicas que crecen en uso y aceptación, aunque no sepamos bien a dónde van a derivar y qué tipo de consecuencias conllevarán.  

         El poco divulgado filósofo existencialista alemán Karl Jaspers (1883-1969), estudioso en materias de comunicación y de libertad, entre otras, vino a decir sobre la función social del periodismo que “el nivel cultural y democrático de los países o pueblos pueden reflejarse en la formación y profesionalidad de sus periodistas y en el compromiso de los medios informativos que son capaces de generar” (http://aurl.es/hm6).

         Claro está que durante la época del pensador germano las nuevas tecnologías no existían y, por tanto, el escenario mediático se circunscribía a la prensa escrita y a los receptores de carácter audiovisual. Sin embargo, la esencia de su conclusión filosófica/periodística no ha perdido ni un ápice de vigencia y de autenticidad.

Es obvio que la cultura y la democracia de una colectividad se registran a través de muchos parámetros más o menos establecidos y aceptados (investigaciones científicas, participaciones electorales, índices de lecturas, derechos humanos, nivel educativo, etc.). Por consiguiente, cabe apreciar -ahora más que nunca- la alta reputación que Jaspers otorgara a los medios de comunicación y a sus profesionales, como referentes a tener en atención para calibrar la calidad cultural y democrática de las sociedades.

LOS  PERIODISTAS  SON  REFERENTES  CULTURALES  Y  DEMOCRATICOS

Desde entonces a hoy, los tiempos no son los mismos. La perspectiva que se vislumbra tras los últimos cincuenta años pasados pone de manifiesto el decaimiento, la pérdida de consideración que viene siendo objeto el periodismo actual como exclusivo proyector y potenciador social de la realidad, de la actualidad, del pensamiento y del conocimiento. Buena prueba de esta decadente inercia son los miles de puestos de trabajo eliminados en las redacciones o el continuado cierre de periódicos, radios y televisiones, sin que se produzca una mínima protesta seria de la sufrida y aletargada población.

¡Parece que todo lo va a colmar Internet y que, por tanto y por fin, ya todos somos o seremos periodistas…!

¡Qué endosiados y qué incoscientes hemos sido (¿somos?) la gran mayoría de los profesionales de la comunicación o de la información no queriendo ver y no afrontando lo que se nos venía encima…! 

         ¡Siempre preocupados con lo ajeno, "arreglando el mundo" de los demás, a merced y al socaire de los intereses empresariales, institucionales y políticos, mientras lo propio, lo que nos ha estado realizando y dándonos valor, se ha transformado en un patético escenario de extinción, de incertidumbre y de precariedad!
 
No pongo en duda ni cuestiono la intransferible y permanente función social del periodismo, ya sea a través de los limitados medios informativos convencionales como los emanados de las nuevas tecnologías. Yo también creo lo que dijera Karl Jaspers sobre que los periodistas deberíamos ser referentes democráticos y culturales de los países donde ejercemos. Cierto es que hay que replantearse todo lo experimentado hasta ahora para poner nuevo orden y afinado concierto en una actividad laboral que ha ido evolucionando y que está a punto de que se nos vaya definitivamente de las manos.

Hay que reaccionar, aunque sea muy tarde. Los colectivos, las facultades, los eruditos, los empresarios y, especialmente, los profesionales tenemos aún alguna que otra oportunidad de actualización y de dignificación, en aras de una ciudadanía cada vez más compleja y cada vez más necesitada de saber lo mucho inquietante que está pasando a su alrededor. Mientras sigamos absortos… ¡Pobre periodismo! ¡Pobre sociedad! ¡Pobre España! "¡Sálvese quien pueda!"