¿Cuántos Gonzalo tenemos
en el alrededor más cercano? ¿Cuántos niños, muchachos e incluso adultos se
están perdiendo, nos estamos perdiendo la útil sabiduría de nuestros mayores?
¿Cuánto potencial humano venimos desaprovechando porque la “moderna” sociedad
no tiene en cuenta ni se plantea la eficiencia que siempre pueden prestar sus
seres más veteranos? Nunca como ahora la Humanidad ha dispuesto de tanta
materia prima propia, de tanto conocimiento y experiencia de cara a afrontar y
a superar sus permanentes retos de bienestar.
La sabiduría es algo que muy pocas
personas jóvenes o maduras de mediana edad atesoran. Suele ser fruto de los conocimientos
y de las experiencias que se han ido adquiriendo a lo largo del paso de los
años, de ahí pues que el ser “sabio” se prodigue más en los hombres y mujeres
que alcanzan cierta longevidad en su existir. Una gran parte de nuestros
mayores -siempre en función del consabido estado de salud mental o física que
se pueda tener-, conforman un amplio sector social con un enorme potencial de
sapiencia que, lamentablemente, no es aprovechado en estos tiempos por las
generaciones que les suceden. Si uno de los trascendentales avances del
progreso en general y de la medicina en particular se determina con el paulatino
aumento de la esperanza de vida de la población (82 años en España) (http://xurl.es/p72sb),
no llego a entender entonces por qué la sociedad no se beneficia, no echa mano
del manantial de valiosos recursos que sin lugar a dudas pueden aportar
nuestros llamados “abuelos”.
MAS EDAD, MAS SALUD
Y MAS CULTURA
En épocas pasadas, cumplir en el
calendario los sesenta ó setenta abriles y gozar a la vez de buenas facultades
se consideraba como todo un mérito de la naturaleza y, por consiguiente, las
personas que alcanzaban este hito vital eran muy pocas. Además, el nivel
cultural o educativo de la población de antaño no solía tener, salvo raras
excepciones, elevada altura y ello dificultaba también su útil encaje con la
generación posterior que seguro estaría intelectualmente más “preparada” (http://xurl.es/eec4p).
De tal manera, una buena porción de los avances de la “modernidad” de las
últimas décadas ha servido para que el género humano, especialmente el de
origen occidental, no sólo sea más “decano” y saludable en su supervivencia
sino también más culto en su existencia. En defi nitiva, cabe concluir que nunca
como ahora la Humanidad ha dispuesto de tanta materia prima propia, de tanta
sabiduría, de cara a afrontar y a superar sus permanentes retos de bienestar.
Es inconcebible, por tanto, lo que está
ocurriendo hoy día con este gran segmento de la población que representan
nuestros mayores ya jubilados, concretamente en aquellos que aún conservan buenas
dosis de capacidad y de talento. Parece como si de ellos -tal y como ocurriera
hace cuarenta o cincuenta años- no esperáramos ninguna otra utilidad aprovechable
o quehacer diario que no fueran la de estar aferrados a la familia y así cuidar
de la “prole”, cocinar, coser y planchar, solucionar alguna chapuza doméstica… Y,
en el ámbito externo, acudir al hogar de la tercera edad de turno, disfrutar de
una excursión o “viajito” del Inserso, pasear y tomar sol… ¡Cuánto caudal de
vitalidad, de tiempo, de energía y de erudición sin optimizar con el bien común!
Quede claro que el interés de quien
suscribe estas letras no persigue la idea de que se prolongue la vida laboral
de nuestros congéneres más maduros -en detrimento de los jóvenes y no tan
jóvenes-, ya que sobre esta cuestión viene encargándose el Estado con la
gradual e implacable ampliación de la edad de jubilación. Tampoco ha de
interpretarse que nuestros patriarcas deban de desatender totalmente sus
actividades particulares o sus responsabilidades familiares en favor de otros
menesteres de relativa incumbencia.
Partiendo del voluntarismo más libre y
de la complementariedad más absoluta, con ELLOS se deberían procurar o disponer
dos objetivos a la vez: por un lado, la posibilidad de mantener una plena y
útil realización de quienes creen que ya lo han hecho todo en su existir y por
otro, gracias a la susodicha realización, que la sociedad se beneficie de un
altruista, plural, exclusivo y necesario gran servicio, de un don patrimonial
único llamado “sabiduría”.
La convulsa época actual, con tantas
prisas y con tantas mediocridades, no puede prescindir de gente valiosa que,
como nuestros mayores, seguro aportarían suficientes dotes de experiencias y de
conocimientos para solventar la grave crisis de sabios valores en la que nos
hemos metido. Día tras día se hace más indispensable heredar el “saber” que
atesoran para así rescatar muchas de las virtudes humanas perdidas o en desuso.
Decencias que se han ido quedando por el
camino de la engañosa “prosperidad” y a la que burdamente hemos pretendido
alcanzar durante los últimos lustros.
Claro está que para que se den ese
fundamental voluntarismo y esa obvia complementariedad en el vivir de quienes
peinan o no peinan canas, los todavía no “jubilados” deberíamos arbitrar, bajo
la tutela de las instituciones públicas y privadas, una serie de medidas, de
motivaciones, de compensaciones, de reconocimientos y de facilidades que
propiciaran su disponibilidad y ejercicio, de tal manera que todos fuéramos
beneficiados, sin menoscabo de nadie.
Buen paradigma de esta eficiencia social
a dimensionar se viene produciendo en bastantes ONGs, como los bancos de
alimentos u otras entidades solidarias, en las que el quehacer de muchos de
nuestros padres o abuelos está siendo modélica.
Y… ¿Por qué no ampliamos el campo de
acción a otros ámbitos? El educativo, por ejemplo, es un sector estratégico
primordial para que en centros escolares y universitarios también irradie el
curtido saber, mezclándose con la joven sabia. Asimismo podríamos decir del
sanitario, del artístico, del técnico, etc.
GONZALO FAUSTO: HOMBRE SABIO
Y BUENO
Jornadas atrás tuve el privilegio de
compartir programa de televisión (*) con un “retirado” profesional de la
información y de la comunicación periodística. Gonzalo Fausto, maestro de la prensa, de las agencias de noticias y de la radio, fogueado en tierras cordobesas, jienenses, extremeñas,
norteafricanas y malagueñas, de condición siempre humilde y persona con
virtudes en serio peligro de extinción, a sus casi 86 años de edad me dio toda
una lección de noble Humanidad. Reacio en un primer momento a mi invitación
televisiva de grabar cuarenta minutos de improvisada charla, fue decirle que
los nietos bien merecían tener semejante recuerdo de su abuelo y el entrañable
Gonzalo quedó entonces “touché”, no pudiendo ya mantener su inicial reticencia.
Sensibilidad, agudeza, pulcritud, lucidez,
inteligencia, modestia, madurez, viveza, cultura, ilusión, elegancia,
generosidad, señorío, excelencia… Seguro que me quedo corto con tales epítetos para
describir el exquisito magisterio de honorabilidad que mi longevo amigo puso de
manifiesto ante las cámaras y micrófonos de los fascinados compañeros técnicos.
Sublime recuerdo que, por suerte y al menos, ha quedado testimoniado también para
gozo y aprendizaje de quienes no tenemos la fortuna de ser uno de los cuatro
envidiados nietos del admirado Gonzalo Fausto.
A tenor de este prototipo de hombre
sabio y bueno, alguna vez nos hemos preguntado ¿Cuántos Gonzalo tenemos en el
alrededor más cercano? ¿Cuántos niños, muchachos e incluso adultos se están
perdiendo, nos estamos perdiendo la útil sabiduría de nuestros mayores? ¿Cuánto
potencial humano venimos desaprovechando porque la “moderna” sociedad no tiene
en cuenta ni se plantea la competencia que siempre pueden prestar sus seres más
veteranos? No me extraña, pues, que la crisis actual sea tan profunda y tan
carente de valores.
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(*) El programa televisivo "Cosa de dos", con Gonzalo Fausto como invitado, será emitido por Digital Costa del Sol-TV (canal 22 de TDT) y Antakira-TV (canal 31 de TDT) el lunes, 11 de marzo, a las 22'10 horas y por Internet, online, pinchando la siguiente dirección: http://www.costadelsoltv.com/?page_id=33