sábado, 11 de julio de 2015

XI Pregón de la Virgen del Carmen, de Arroyo de la Miel (Benalmádena)


Parroquia Virgen del Carmen durante el acto del pregón
               Texto íntegro de la exaltación ofrecida en la Parroquia Virgen del Carmen, de Arroyo de la Miel (Benalmádena - Málaga), cuando eran las nueve de la noche del viernes 10 de julio de 2015, con motivo de los actos y cultos  programados para conmemorar la festividad de Nuestra Señora del Carmen, organizados por la Asociación de Fieles de dicha Imagen.


El pregonero en acción
Virgen del Carmen y divino Niño Jesús, heme aquí, en este Sagrado Lugar, vuestra Casa, rodeado por los hermanos y devotos de siempre y también nuevos, los cuales, como ya sabéis, han querido que sea yo el atrevido de turno que ponga sentimientos y palabras para así testimoniar pública y humildemente la celebración, un año más, de vuestros solemnes cultos.

Virgen del Carmen
(Arroyo de la Miel - Benalmádena)
       De sobra conocéis, Señora y Criatura Divina, que mis vinculaciones al mundo de quienes ambos sois patronos se ciñen a meras vivencias particulares, nada extraordinarias, como cualquier otro simple malagueño enamorado de nuestra bahía… Que buena parte de mis raíces, para colmo, agarraron tierra adentro, en el blanco pueblo de Casarabonela, si bien, desde aquel imponente mirador de “Los Pollos” (¿verdad, Mª Carmen Florido?), en la pendiente de Sierra Prieta (en plena Serranía de Ronda), se tiene la milagrosa suerte de divisar un cachito de mar nuestro en el lejano horizonte, llegando hasta allí los aromas de marismo como si de la bocana de un puerto se tratara.
Casarabonela (Málaga)
NO SOY QUIEN PARA ESTE HONOR

         No. Confieso Virgencita y Niño Dios que yo no tengo mérito alguno para ser vuestro pregonero. Seguro que hay aquí un montón de buena gente, bastante más ligada a los barcos y a los mares, en cuyos corazones habitáis de una manera real y viva. Que a lo sumo, como mucho, éste que os habla puede ser seguramente un osado aprendiz de cenachero, peatón y callejero, que con los pies en suelo firme va a tener la imprudencia de pregonaros y de ofreceros unos supuestos cenachos que ojalá se llenen de bellas sensaciones y de sincero amor. Que mi imaginario “pescaito”, antaño “pregonao” algo así como:

Cenachero (Principios de siglo XX)
“¡Asómate vecina. Que hoy llevo jurelitos, sardinitas y boqueroncitos de plata fina!”

Este imaginario “pescaito” -como digo- será esta noche una pobre mercancía de reflexiones y de expresiones para cumplimentar, lo mejor posible, esta comprometida responsabilidad que vuestros fieles, todos vosotros, me habéis hecho el honor de encomienda.

       Sin embargo, pese a mis escasas relaciones marineras, ello no impide que la Virgen del Carmen ocupe un cariño especial dentro mi. Y este cariño no es sólo porque su imagen haya estado siempre latente en los nostálgicos recuerdos de años pasados, cuando desde cualquier rinconcito de nuestro litoral cada 16 de julio se hace Ella a la mar, como auténtica surcadora de travesías humanas, para pescar, bendecir y rescatar a nuestros corazones.

  ¡Qué tiempos aquellos de aguas más cristalinas y de pesqueras más abundantes!


LAS REFERENCIAS DE LOS MIOS


Infante de Marina
     Por la gracia de Dios, yo, como cualquier otro ser de este mundo, soy hijo de mis padres, hermano de mis hermanos y nieto de mis abuelos. Y en este sentir, además de testimoniar mis afectos por mis hijos Solete y Francisco, por mi mujer Marisol y también por la decana de la familia, la abuela Sole, no puedo pasar por alto que nuestra Virgen le dio su nombre a mi única hermana Mari Carmen (siempre llena de atención y cariño) y también a mi inolvidable "lela" Carmen, la cual tiempo hace que la Reina de los Mares la tiene bajo su protector manto, al igual que muy recientemente pescó a mi madre Loli (regazo eterno de alegría, ternura y amor), así como años atrás se hizo con el más fiel de los Infantes de Marina, que fue mi padre Paco, cuya abigarrada voz siempre estuvo dispuesta para entonar la tradicional Salve Marinera. 

       Y también a ti. Apreciado Carlos. Tus palabras hacia mí, exageradas y llenas de bondad, han puesto de manifiesto que mucha gente como yo tenemos la maravillosa fortuna de gozar con tu amistad y también de profundizar con tu magisterio cristiano. Haber sido presentado por ti es algo que me llena de orgullo y por tanto el vocablo “gracias” esta noche se queda pequeño para reconocértelo. Que la patrona de Fuengirola, la Virgen del Rosario, a la cual custodias en su propio templo siendo su privilegiado guardés, como la Virgen de la Cruz, patrona de nuestra Villa, e igualmente nuestra Imagen del Carmen, que todas en común te sigan bendiciendo a ti y a tus feligreses en la vecina localidad costasoleña.

Ntra. Sra. de la Cruz
(Patrona de Benalmádena)
         Y naturalmente, también he de agradecer a la ya veterana Asociación Pública de Fieles Virgen del Carmen (con casi treinta años de existencia), a su director espiritual, Gonzalo Martín (modelo de sacerdote dinámico y actualizado), así como a su presidente Salvador Zaragoza (hombre de entrega y bondad) y miembros de la Junta de Gobierno (entre ellos, especialmente, a José Luis Moreno y a su hija Ana María) he de agradecer -repito- el alto honor y la comprometida apuesta que sobre mi modesta persona dispusieran para que yo ayude esta noche a tirar de nuestro hermoso y abundante copo de fe benalmadense en este “rebalae” carmelitano donde nos encontramos.


CENACHERO Y PREGONERO


D. Antonio Martín González "El Cura" (q.e.p.d.)
         Pues bien. Con el consabido permiso de la referida autoridad eclesiástica e igualmente de nuestro Señor Alcalde y componentes de la corporación municipal, así como de otras representaciones institucionales, de las hermandades y cofradías locales (de pasión y de gloria) y de cuantos demás colectivos conforman la vida social de Benalmádena y aquí se encuentran presentes… En definitiva, con la venia de todos ustedes, señoras y señores, es hora ya de procurar ser marengo de la palabra y, al igual que cualquier cenachero, pregonar y ofrecer en esta hermosa Iglesia, que toda ella es un impagable logro del nunca olvidado cura D. Antonio Martín González (primer apóstol permanente que tuvo Arroyo de la Miel, además de cofundador de nuestra Asociación y, que esperemos, muy pronto tenga el merecido monumento público y popular que perpetúe su memoria), es hora ya -como digo- de desahogar mis insignificantes vivencias marineras. Unas experiencias cargadas de recuerdos, de sensaciones y en las que un lejano lugar, en pleno Oriente Próximo, dejó honda huella en mi sentir por las mujeres y los hombres del mundo de la mar.


Centro urbano de Arroyo de la Miel
en la década de los años sesenta
       Sí, queridos  amigos, bien es cierto  que Dios y su Madre,  con su precioso Hijo,  están en todas las  partes y en todos los  corazones. Que para  tenerlos cerca de  nosotros basta con la  oración y con la fe. Pero también es verdad que, a lo largo de los tiempos, la historia de la cristiandad ha estado marcada por enclaves selectamente elegidos. Jerusalén, Roma, Fátima, Lourdes, El Rocío… Decenas de sagrados sitios, repartidos por toda la geografía terrenal, en los que se testimonia la presencia o cualquier otra manifestación de la Divinidad. Y uno de estos puntos es, sin duda, el sagrado Monte Carmelo.

Monasterio/Santuario de Ntra. Sra. del Monte Carmelo (Haifa - Israel) 
         Verán ustedes… En dos ocasiones he tenido la suerte de visitar este imponente cerro, situado en el otro extremo del Mediterráneo, en Tierra Santa (Palestina) al “laito” de la ciudad judía de Haifa.

FARO DEL UNIVERSO

     Desde antes de la llegada del Salvador a nosotros, santos profetas hebreos como Elías y Eliseo, y después viejos eremitas hasta la fundación de la Orden de Hermanos Descalzos de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo, proclamaron aquel paraje, de casi setecientos metros de altura, como Faro del Universo para irradiar la luz de la Virgen en forma de “Stella Maris”.

Allí, entre legendarias grutas, mirando al mar, se encuentra nuestra primitiva Virgen del Carmen, imagen igual -aunque, eso sí, algo más grande- que la que aquí veneramos. Recibiendo cada día a miles y miles de peregrinos y sintiéndose Ella y su Niño Jesús receptores de todas nuestras emociones marineras. Pero también son destinarios del sentir de tierras adentro, tal es el ejemplo cercano del serrano pueblo de Cañete La Real, con su Monasterio del Santísimo Sacramento, en el que desde hace cuatro siglos las benditas Madres Carmelitas no paran nunca de rezar para bien de todos nosotros. ¡Ellas son igualmente faros que con sus enclaustradas oraciones iluminan nuestras sombras!  
Madres carmelitas del monasterio de clausura del
Santísimo Sacramento (Cañete La Real - Málaga)
         Pero volviendo a Oriente, reconozco que el lejano Monte Carmelo propicia la reflexión y, por tanto, no es de extrañar que aquel enclave situado en la antípoda de donde nos encontramos fuera especialmente escogido por Nuestra Señora para presentarse ante nosotros como Reina de los Océanos. Allí, por donde nos sale el sol cada mañana, siempre habitó la meditación y la oración de quienes proclamaron antes, durante y después que María, la biennacida en Jerusalén, hija de San Joaquín y de Santa Ana, sería luego la escogida para encarnar por obra y gracia del Espíritu Santo al Hijo de Dios.

LA VIRGEN, EL NIÑO Y YO

         Y hablando de reflexiones, queridos fieles me vais a autorizar que os narre unas íntimas confidencias que mantuve en aquel remoto santuario carmelitano entre la Virgen, el Niño y mi humilde persona.

         Resulta que a casi todos nos pasa lo mismo. Cuando por cualquier circunstancia estamos muy distantes de nuestro entorno, de nuestra ciudad, de nuestra gente, se produce dentro de nosotros una curiosa sensación que hace que valoremos y que apreciemos todavía más las cosas cercanas, propias y auténticas. Tu familia, tu casa, tus amigos, tus tradiciones, tus comidas, tus gustos, tus manías… ¡Todo ello es lo mejor que hay y que se quite lo demás! Es decir, el sentimiento patrio sale a flor de piel y es entonces cuando uno llega a decir cosas como ¡Viva Málaga la Bella con su Costa del Sol! o esta otra conocida expresión de ¡Cómo se vive en España, miren ustedes, no se vive en ningún otro sitio! A que sí?

Santa María del Monte Carmelo en el altar
                mayor de su santuario (Haifa - Israel) 
  Recuerdo que durante la segunda y última ocasión que estuve en los Santos Lugares (en compañía de Marisol, mi mujer, y de un nutrido grupo de conocidos) encontrándome allí “perdio”, “hartito de caló”, a lo menos diez mil kilómetros de distancia, en aquel paradisiaco y árido monte rodeado de agua y haciéndome a la idea de la clase de vida que debieron llevar los pobres eremitas o ermitaños en las cuevas que nos enseñaban los guías de turno, me dio por preguntarme si aquella originaria imagen de la Virgen del Carmen, la cual presidía en su camarín el altar mayor de un sencillo templo, sabría algo sobre las muchas e históricas vinculaciones, cultos y costumbres que tenemos los malagueños, los del otro lado del Mediterráneo, hacia Ella y también para con el universo de todo lo marino.

          De pronto se me vino a la cabeza un sinfín de cuestiones y, como si fuera arte de magia o puro milagro, mi imaginación se extrapoló hasta aquí y comenzaron a surgirme argumentos y escenas de nuestra tierra y de nuestra gente.

La Farola (Puerto de Málaga)
Por ejemplo,  a aquella Virgen  le dije primero  que en mi  provincia tenemos  unas cuantas  imágenes como  Ella y que desde  hace una “jartá” de tiempo -siguiendo la costumbre de muchos otros sitios- la nombramos patrona de nuestros “pescaores” y marineros… Que nuestro cachito de “Mare nostrum” es tan devoto de Ntra. Sra… Es tan mariano, que hasta al faro principal que alumbra y guía a los barcos en la bahía malacitana le pusimos género femenino y, como en ninguna otra parte del mundo, aquí lo llamábamos “Farola”… Que los que nacemos en este lugar somos tan “enamoraos” de la mar que eso de ser sólo malagueños, arroyeros o benalmadenses, a palo seco, era algo simplón y que, por tanto, había que remojarlo con las salerosas olas de nuestras inmejorables playas para así apodarnos con el sobrenombre de “boquerones”.   
   
NUESTRA JABEGA Y NUESTRO COQUINERO

Plaza de la Parroquia Virgen del Carmen
               (Arroyo de la Miel - Benalmádena)
          También le conté a aquella Virgen del Carmen que en este Mediterráneo nuestro, para cuando Ella quisiera venir, que no se preocupara por el alojamiento porque aquí en Benamádena tiene Parroquia propia, grande y con amplia explanada fuera para que su travieso chiquillo pueda “correteá” sin ningún tipo de peligro con los otros nenes de la redonda... Que tuviera “cuidaito” con el dormir del Niño porque, de vez en cuando, alguna que otra sirena de los barcos amarraos en nuestro estupendo Puerto Deportivo se hacen sonar de manera inesperada y no es bueno que “Jesusito” se despierte con el corazón “encogío”... Que si quisiera darle un paseo a la Criatura por nuestras aguas, embarcaciones no le iban a faltar, ni acompañantes para navegar… Que en nuestro litoral tenemos el privilegio de conservar la más antigua barca de pesca del “Mare Nostrum”, la jábega que, junto con el coquinero “Torremolinos”, son como auténticos tronos procesionales de nuestros mares.
Coquinero "Torremolinos" con la Virgen del Carmen embarcada
             en Capitanía del Puerto Deportivo de Benalmádena

Y cuantas más cosas le contaba de nuestra tierra a aquella Señora del Monte Carmelo, muchas más aparecían en mi mente. Me acordé, como era “obligao”, de los chanquetes y de los demás “pescaitos” chicos. Le dije a Ella que nuestra bahía era también como una verdadera Madre porque en sus aguas nacen y se crían numerosas especies marinas que luego se reparten por otros océanos. Y que no se extrañara si al trasluz del día o de la noche observara un plateado especial en el color de nuestro mar. Que esa argenta era la plata viva, resplandeciente y sabrosa de los jureles, sardinas, boquerones y de muchos otros pescados haciendo piruetas y cabriolas entre el suave y templado oleaje de nuestros roqueos y cálidas playas.

UNA NANA MARINERA

Y, naturalmente, al Niño Dios también le conté que si en nuestra Costa del Sol se aburría, entre tantas sensaciones y emociones de los mayores, y que si al mismo tiempo era un chiquillo bueno, obediente y tranquilito, lo llevaríamos alguna que otra tarde al rebalaje más próximo. Allí jugaríamos con los revolcones de las olas y nos llenaríamos de espuma blanca, sin hacernos “ahogaillas”, claro que no. Cogeríamos, eso sí, con mucha suerte de por medio, algunas escurridizas coquinas con las propias manos… Construiríamos castillitos de arena en la orilla y hasta haríamos un bonito sonajero con los nácares, conchas y chinillos que encontráramos a nuestros pies para que luego la Virgen se lo diera como entretenimiento y después lo acurrucara y lo durmiera cantándole una sentida nana por malagueñas. Una nana que podría ser algo así como:

La Madonnina (Roberto Ferruzzi, 1896)
 “Ea que ea, criatura divina.
Aquí te has puesto más morenito que en Palestina.
En mis brazos te tengo agotao y falto de sueño.
¡Hay que ver cómo nos quieren estos malagueños!
Ea que ea, tierno lucero.
¡Qué juguete más lindo este sonajero!
Duerme tranquilito mi Niño Dios.
Que en Arroyo de la Miel ya la luna brilla porque hace rato que se acostó el sol”.

LOS HOMBRES DE LA MAR

       Pero, no. No creáis que me olvidé en este singular cenacho carmelita de sentimientos marengos de referirle también a aquella Virgen cómo eran y cómo son nuestras mujeres y nuestros hombres de la mar: pescadores del sustento, buzos y submarinistas de lo arriesgado, tripulantes y vigilantes de sacrificados rumbos, navegantes de ensueños… Seres bronceados por la solana, el salitre y los sudores del trabajo o del puro placer. Gente sencilla que se afana en la fatiga marinera y que, pese a los temporales de levante, de poniente y de otros vientos de tierra adentro, sale adelante con la traiña, con su barca o chalana, con el arrastrero, con el mercante o petrolero, con el trasatlántico de pasajeros, con el buque de guerra, con el remolcador, con la lancha de vigilancia costera o de salvamento, con el velerillo de turno o la embarcación de ocio y recreo… Toda una variada y numerosa flota naviera de diversa labor para bregar con los mares y donde Ella -miren por dónde- siempre está presente a modo de metopa, postal o de fotografía en camarotes, salas de máquinas, puentes de mando y en lo más hondo de los corazones “embarcaos”.

Submarinistas presentan una imagen de la Virgen del Carmen "La Chiquita" sumergida
               en el muelle de atraque del Club Náutico del Puerto Deportivo de Benalmádena 
          Si… Convencido estoy que la Virgen es el eterno salvavidas de cuantos marinos han desaparecido entre las aguas de los océanos y hoy, todos ellos, seguro que han de formar parte de una escogida tripulación celestial navegando con el mejor de los rumbos sobre su hospitalario manto, que es como una red que nos pesca para la Vida Eterna, gracias a la divinidad de su escapulario… Escapulario que es como un auténtico y sagrado “cuaderno de bitácora”, que siempre nos salva en caso de naufragio existencial.       


Escapulario carmelitano
Fueron tantas las cosas que le conté a aquella lejana imagen de Nuestra Señora del Carmen que también le hice saber que cada dos por tres, miles de personas provenientes del norte y centro de Africa intentan cruzar en frágiles embarcaciones el Estrecho que nos separa, buscando el ansiado progreso, si bien, muchos se topan con la dramática tragedia de arriesgar o de incluso perder sus vidas en el intento… Que en Semana Santa, nuestros tronos procesionales son como buques de oro o de plata que navegan entre mares humanos con toques de campanas de barco-crucero y con la cadencia rítmica del paso  marinero… Que incluso los niños, cuando aquí hacen la primera comunión, los vestimos de marinos y hasta de almirantes… ¡Vamos! Para colmo, le dije que queríamos y que nos gustaban tanto las cosas de la mar que no había feria de barrio o de pueblo donde faltasen las típicas barquillas "subibajas" y las “mareantes” olas circulares…  

MAR DE AMORES

         ¡Ay Señor! ¡Qué recuerdos estos del Monte Carmelo y de la Málaga boquerona de mi alma! ¡Quién me iba a decir a mí que, años después de aquel feliz encuentro con aquella remota Virgen, estaría yo aquí hoy contando en esta suntuosa Iglesia del Carmen buena parte de mis confidencias personales!

         Seguro que, en el fondo, lo habrán querido Ella y su Divino Niño por medio de la Asociación de Fieles que en este Arroyo de la Miel los veneramos y que ya prepara sus galas mayores de cara al próximo 16 de julio, con motivo de la tradicional procesión terrestre-marítima.

Salida procesional de la Virgen del Carmen desde su
               sede parroquial en Arroyo de la Miel (Benalmádena)

         Desde el imaginario astillero de esta espaciosa parroquia, como si fuera un flamante galeón plateado, el trono de Nuestra Señora del Carmen enfilará camino abajo siendo escoltada por una comitiva que siempre tendrá rumbo puesto en el Sur y con un destino final en el Puerto Deportivo. Y así, pasito a pasito, con campana marinera marcando la marcha, nosotros la iremos enseñando a quienes salgan a nuestro encuentro (vecinos, visitantes y turistas) que, con la emoción a flor de piel, le darán gracias por el favor otorgado o renovaran una nueva petición de salud, trabajo o incluso amor. Ella sabe mejor que nadie de nuestras necesidades y desvelos. En Ella nos podemos socorrer todos.  

LLEGAR A BUEN PUERTO

Puerto Deportivo de Benalmádena
Pero también la Virgen se echará a la calle el jueves que viene hasta llegar a buen puerto para aquellos otros de los nuestros que, desde fechas más o menos recientes, ya descansan gracias al redentor escapulario carmelitano que su Imagen siempre nos ofrece.

Y aquí, en este sentimental momento, cada uno es muy libre de recordar a esos seres queridos que nunca dejaremos de echar en falta. Si me lo permiten, yo no puedo olvidarme de los míos ausentes antes citados (incluyendo al abuelo Juan y a la abuela María), aunque también quiero tener un recuerdo especial para buenos benalmadenses que sembraron honda huella en mi corazón como fueron el mismísimo D. Antonio “el cura”, y últimamente Luis Bonel o Bernardo Sánchez…        

Apreciados amigos. No tengo más que expresar. Admito que esta privilegiada responsabilidad me ha embargado, me ha emocionado y, para concluir, solo me resta elevar la siguiente plegaria personal a Nuestra Señora diciéndole...
Virgen del Carmen
            (Arroyo de la Miel - Benalmádena)

“Que Dios te salve Reina de los Mares.
       Imagen morena impregnada de salitres, jazmines y azahares.
 Que Dios te salve Madre de Palestina.
 Eres tan guapa como las mujeres malagueñas. Arroyo de la Miel contigo vive, se enamora, siente y sueña.
       Que Dios te salve Aurora de la mañana.
       Entre Maro y Manilva, aquí en Benalmádena tu eres la “nao capitana”.
       Que Dios te salve María, Faro de nuestro Puerto y de nuestra hermosa bahía.
       Cuando navegas por la noche se hace la luz del día.
       Que Dios te salve Virgen del Carmen.
       Y las maromas de nuestros corazones y barcos a tí se agarren y siempre se salven”.

                                  Que Ella y el Niño nos bendigan.
Muchas gracias por la atención.
    Y queridos Enma y Junior...
Va por vosotros y también por todos...
¡¡¡Viva la Virgen del Carmen!!!


EL PREGÓN SE PUEDE VER Y ESCUCHAR DE MANERA INTEGRA ACCEDIENDO A TRAVÉS DEL SIGUIENTE ENLACE YouTube
https://youtu.be/2kHA6qSUquA


lunes, 15 de junio de 2015

Pregón del 75º aniversario de la bendición del Stmo. Cristo de La Sangre

  Texto íntegro de la exaltación ofrecida en la Iglesia de la Santa Cruz y San Felipe Neri (Barrio de El Molinillo - Málaga), cuando eran las nueve de la noche del sábado 13 de junio de 2015, con motivo del 75º aniversario de la bendición de esta Imagen, Titular de la Pontificia, Real, Muy Ilustre y Venerable Archicofradía del Santísimo Cristo de La Sangre, María Santísima de Consolación y Lágrimas y del Santo Sudario.

¿Qué son las imágenes religiosas?
¿Por qué las divinizamos, siendo obras de humana naturaleza?
¿Qué representan?
¿Por qué son sagradas?
¿Qué sensaciones nos producen?
¿Por qué las veneramos?
Sí, Señoras y Señores, estas y otras muchas preguntas son las que desde que tengo uso de razón me he venido cuestionando ante el universo de emociones que una madera tallada o una pintura al óleo, con las consabidas policromías y sublimes elementos complementarios, nos conmueven y nos desahogan cuando las contemplamos.
¿Cómo es posible que algo inerte o inanimado, pueda con el paso del tiempo hacerse cada vez más presente en nuestras vidas hasta convertirse en una referencia existencial?
¿Qué tienen las imágenes religiosas para que no nos sean indiferentes?

ESTANDO  EN  EL  ROCIO
Verán… Fue en la primavera de 1987, estando en la aldea de El Rocío para cumplir menesteres radiofónicos, con motivo de la romería de aquel año, cuando estando acompañado por mi maestro de sentires pasionales y gloriosos, Alberto Jiménez Herrera, me percaté del trasfondo, sentido y razón de ser que atesoran nuestras representaciones devocionales.
Era el atardecer de un día caluroso y cansado, y los dos -después de cinco intensas jornadas de ávido Camino-, recalamos ante la basílica de la Patrona de Almonte. Nada más cruzar el atrio de la puerta principal del santuario nos envolvió una inesperada atmosfera cargada de sentimientos.
Unos y otros… Cientos… Miles de personas entraban y salían de aquel bullicioso templo en el que sólo había un punto de mira donde la multitud estaba coincidiendo. Cada cual buscaba un resquicio, un palmo de espacio, lo más cercano posible, para apreciar en el altar mayor a la Señora con su Niño, pero a la vez también querían hacerse ver y notar para que Madre e Hijo tuvieran en cuenta sus respectivas presencias. Era como una liturgia de mutua correspondencia donde hombres y mujeres, de distintas condiciones sociales, propiciaban una contagiosa complicidad con aquellas dos Imágenes, poniendo todos de manifiesto que en aquel lugar estaban para rezarles y cantarles, aunque igualmente habían llegado hasta allí para que Ellas consideraran así mismo sus particulares inquietudes e íntimos pesares.
No sin pocos agobios y con algún que otro “achuchoncillo” de por medio, Alberto y yo logramos acercarnos a la emblemática reja que separa el barroco retablo de la grandiosa nave. En silencio, sintiendo el latir de nuestros ardientes corazones, fuimos testigos pasivos y activos del desbordante caudal de motivaciones que la gente estaba expresando mientras agarraban con sudorosas manos los barrotes de aquellos hierros “enrejaos”, los cuales parecían fundirse ante tanto apretón “apasionao”.

EL  SENTIMIENTO  ROCIERO  DE  CONSUELO
Y allí, con la cara “pegaita” al oscuro metal, nos topamos con una mujer de cuarenta y tantos años, de cuerpo frágil y rostro “fatigao”, que con lágrimas en los ojos no hacía más que hablarle bajito a la Virgen con frases entrecortadas. El murmullo de tantas plegarias al mismo tiempo impedía entender lo que sus labios estaban diciendo, si bien, el hecho de no poderla comprender no fue óbice para que los dos quedáramos “embelesaos” ante aquella especial y conmovedora escena. Pasaron los minutos y cuando el encuentro entre ambas mujeres concluyó muy a poquito a poco, un impulso interior hizo que me acercara a la compungida señora justo en el momento en el que se alejaba del altar.
No lo pude evitar. Me presente ante ella como un periodista “entrometio” en inquietudes marianas y sin más palabras de por medio le pregunté si podía contarnos qué era lo que había sentido cuando estaba con la Virgen momentos atrás.
Consuelo, que así se llamaba la mujer (qué casualidad, verdad?), no puso reparo a mi atrevimiento y grabadora en ristre nos esbozó a Alberto y a este servidor una auténtica catequesis de religiosidad popular.
Nos dijo que conocer y querer a María Santísima del Rocío era lo mejor que le había pasado en su vida… Que gracias a aquella Imagen, cada vez que la contemplaba no tenía más remedio que rezarla, cantarla y llorarla porque apreciaba en su inmaculada faz el semblante de su madre y de su abuela, ya que fueron ellas las que la pusieron a sus pies nada más venir al mundo… Que sí… Que mirándola, también notaba la estancia de cuantos otros seres queridos suyos le habían inculcado desde chiquitilla que nuestros cristos y nuestras vírgenes eran y son como eslabones que no sólo nos vinculan con lo divino, sino que además nos rememoran lo humano.
Así fue, queridos amigos. Consuelo no se cortó ni un pelo en aquel improvisado desahogo y con un desparpajo lleno de fe y de elocuencia remató su sentida contestación manifestando de manera categórica lo siguiente:
“Es muy posible que piensen ustedes que esté loca, pero yo no puedo evitar lo que me entra por el cuerpo siempre que la miro, y de manera muy especial cuando llegan estas fechas. Viéndola a Ella veo de pronto a los míos que se fueron. Y esta sensación me hace feliz ya que así sé que mi gente se encuentra bajo su protección y su amparo. Para mí la imagen de la Virgen es el cofre más sagrado de mi existencia porque en él guardo mis identidades como una persona que viene de donde viene y como una cristiana que voy a donde voy. ¡Qué más queréis que os diga!  
Y con un “ole”, un “Viva la Blanca Paloma” y un “vaya usted con Dios”, Alberto y yo nos despedimos de aquella inolvidable mujer, no sin antes fundirnos con un emocionado abrazo en señal de agradecimiento por haber sido tan generosa y tan certera en expresar su sentir.

EL  AMOR  A  LOS  SAGRADOS  TITULARES
Y es que nunca nadie me había dicho nada igual… Nada tan hermoso y tan auténtico sobre lo que pueden representar nuestras Imágenes religiosas, amén de la consabida función figurativa más o menos artística que ellas conllevan para acercarnos a Dios.
A partir de entonces se disiparon todas mis dudas… Se respondieron todas mis cuestiones ante el maravilloso sentido que atesoran y desprenden nuestros Cristos y nuestras Vírgenes y demás tallas devocionales.
Por tanto, cuando las esculturas piadosas se van curtiendo con el paso de los años… Cuando se erigen en testigos excepcionales del relevo generacional… Cuando nos acogemos a Ellas para alcanzar una gracia divina o humana… Es con estas circunstancias cuando poco a poco van alcanzando una dimensión hacia lo trascendente, hasta convertirse en referentes cotidianos de nuestras vidas. Ya sea desde sus habituales capillas parroquiales o callejeras, desde sus tronos procesionales, desde las fotos colocadas en los lugares más relevantes de nuestras casas, desde la medalla de turno o también desde la sobada estampita que guardamos en la cartera.    
Y en ese estar junto a nosotros… En ese acompañarnos para lo bueno y para lo malo… No hemos de olvidar a nuestros antepasados. A nuestros mayores que han sido y son determinantes a la hora de transmitirnos el fervor que las imágenes nos inspiran. Ellos y los anteriores a ellos, padres, abuelos, bisabuelos, hasta llegar a las raíces genealógicas más o menos profundas de nuestros orígenes, nos encomendaron sus sentimientos religiosos como si fueran pabilos encendidos a los que nunca les ha de faltar la cera y cuyos cirios deberán ir pasando de mano en mano para así mantener iluminada la llama de la fe y de una tradición que nos viene legado de antaño.
Y… ¿Saben lo que les digo? Que el amor a los Sagrados Titulares es la más hermosa y perpetua herencia que podemos recibir de nuestros antecesores y, a la vez, la que -como preciado tesoro- deberemos transferir a nuestros hijos y nietos, de tal modo que también las puedan gozar venideras generaciones.
Por eso, cuando Consuelo se emocionaba contemplando a su Virgen y nos decía que veía en el rostro de Ella a la gente más querida de su existir… ¡Cuánta verdad decían sus entrecortadas palabras para intentar describir lo inenarrable!
¡Cuánta bendita locura la poseía!

NO  SOY  EL  INDICADO
Pues bien, dejando a un lado recuerdos de más allá del Guadalquivir y encauzándonos ya definitivamente en el Guadalmedina de nuestras vidas, señoras y señores, reverendo director espiritual y párroco de este acogedor templo de la Santa Cruz y San Felipe Neri, distinguidas autoridades de nuestra ciudad, señor presidente de la Agrupación de Cofradías, señor hermano mayor y miembros de la Pontificia, Real, Muy Ilustre y Venerable Archicofradía del Santísimo Cristo de la Sangre, María Santísima de Consolación y Lágrimas, y del Santo Sudario, cofrades y malagueños en general…
Me ha tocado en suerte, en privilegio y en honor -porque así lo ha querido la vetusta entidad mercedaria/filipense- oficiar esta noche como pregonero de una efeméride que, aunque la ascendencia original de sus raíces se remonta a más de cinco centurias atrás, la imagen que hoy representa su legendaria advocación -como brillante pulido a base de oraciones y plegarias- cumplirá el próximo 5 de abril 75 años de presencia entre nosotros.   
Y ante semejante celebración, cuajada de bagaje histórico y emocional, permítanme que cuestione mi elección para este menester, máxime cuando cualquiera de los archicofrades que aquí os encontráis seguro ha de estar perfectamente capacitado para asumir esta responsabilidad. Quien tiene la inmodestia de hablaros desde este preferente lugar no cuenta con más mérito que haber sido puntual espectador de las últimas tres/cuatro décadas de vuestra ejemplar existencia, siendo honrado en cuaresmas pasadas al haber presentado dos maravillosos carteles de la pintora hermana de la corporación Concepción Jiménez Quesada, óleos que fueron anunciadores de sendas solemnes procesiones del Miércoles Santo, las cuales -por cierto- siempre os distinguen al ser comitivas nazarenas de exquisita personalidad y de profundo arraigo.

UNA  DEUDA  CON                     D.  ANTONIO  BAENA
Y así viene ocurriendo por los siglos de los siglos y de manera continuada desde el 9 de abril de 1941, fecha en la que por primera vez fue procesionada la talla del Cristo que hoy conmemoramos, junto con la de la Virgen, que ya lo venía haciendo desde la Semana Santa de 1929 y que, gracias a un milagro, su rostro se pudo salvar tras los trágicos sucesos del 11 y 12 de mayo de 1931.
No. No se olvidarán fácilmente aquellos aciagos días primaverales ya que las jornadas en cuestión, al igual que con otras Hermandades de nuestra Málaga, supusieron para la Archicofradía un “antes” y un “después” en su devenir. Un “antes” donde un hombre clave, benefactor y adelantado a su época, D. Antonio Baena Gómez, estableció las bases para el engrandecimiento general de nuestra Semana Mayor, tomando como referencia y modelo a la entonces cofradía mercedaria, la cual alcanzó con su generoso patrocinio unas cotas de suntuosidad  jamás logradas por ninguna otra.
Pese al largo tiempo transcurrido desde aquellos inolvidables años veinte y treinta, los malagueños y especialmente los cofrades estaremos siempre en deuda con la memoria de D. Antonio, siendo incomprensible que a estas alturas de la vida nunca hayamos reparado en perpetuar su excepcional hacer promocionando la ejecución de una obra escultórica pública (por ejemplo, un simple busto en favor de su persona) que al menos esté presidiendo un lugar relevante de nuestra ciudad. O, si me apuran, sea ubicada en la misma sede de la Agrupación de Cofradías, (su Casa y también la de todos), que sitio hay de sobra en el Convento-Hospital de San Julián para honrar el recuerdo de quien en 1921 -junto con otros grandes hombres más- la creó para Málaga: el archicofrade de “La Sangre” y excelentísimo señor D. Antonio Baena Gómez.

EMPEZAR  DE  CERO
Terminada la contienda civil y carentes de casi todo el patrimonio cofradiero, (sin Iglesia, sin Cristo, con la Virgen desaparecida y muy dañada, sin tronos, sin enseres y, para colmo, asesinado Baena), sobrevino el “después” para la escarmentada Institución. Un esperanzador “después” que tuvo como año de resurgimiento el 1940 y que también conllevó un necesario traslado de sede canónica, acogiéndose en este filipense templo gracias a la primordial intervención de Luis Verá Ordáz, sacerdote decisivo en aquel renacer archicofrade.

Fue el 26 de noviembre, siendo hermano mayor José Salinas Fernández, cuando se procedió a la firma del contrato de ejecución de un nuevo Crucificado, talla que realizaría el insigne imaginero Francisco Palma Burgos y en cuyo proceso empleó cuatro meses, ya que era deseo de todos fuese procesionada a lo largo de la tarde/noche del Miércoles Santo más inmediato.
Y así fue… El nunca bien homenajeado escultor malagueño, nacido nada menos que en el barrio que lleva el nombre de nuestra patrona “Victoria”, se dejó la piel en la impoluta madera, bendiciéndose la obra durante el transcurso de una gran ceremonia que el ya referido 5 de abril de 1941 ofició aquí en San Felipe el entonces obispo de nuestra Diócesis, D. Balbino Santos Olivera.   
Y a partir del señalado compromiso artístico comenzó a tomar cuerpo, “cuerpo de Cristo”, aquel “después” que hoy estamos empezando a rememorar. Desde entonces han transcurrido siete décadas y media en las que nuestra sagrada Imagen ha sido, es y seguirá siendo -junto con su desconsolada Madre- el referente vital de todos nosotros… El cómplice de nuestros desahogos… La maroma que nos salva del naufragio… El manantial de nuestra Fe… Y como muy atinadamente expresara en su pregón mi admirado Alberto Jiménez Herrera: él es el “coloso” de San Felipe Neri.
Ya os decía anteriormente que no soy quien, ni tengo experiencias propias o heredadas como para entrar en detalles y valoraciones sobre el tránsito de todo este tiempo pasado en compañía de nuestro Santísimo Cristo de La Sangre. Es por ello que, ante tal circunstancia, cabe remontarnos 25 años atrás, en 1991, cuando con motivo del celebrarse el 50 aniversario de su estancia entre nosotros, el gran conocedor de la Archicofradía, Adolfo de Clemente Martínez pronunció en este altar mayor una magistral oratoria llena de sabiduría y de sentimiento sobre aquella significativa efeméride.

MIS  REFERENCIAS  ARCHICOFRADES
Es verdad que gracias al apreciado Adolfo, como también gracias a mi desmesurado presentador de esta noche y entrañable amigo del alma, Antonio Luis Villanúa Jiménez, (que en el día de hoy celebra su onomástica: felicidades querido Antonio y también a todos los otros Antonios aquí presentes) quien os habla tuvo por primera vez la suerte de saber de vosotros y de vuestros Titulares.
Si bien, no puedo olvidarme del “Sancta Sanctorum” cofrade que en vida del llorado Paco Escámez fue durante los años setenta y ochenta la “Guantería Soto”. En el angosto lateral de un viejo mostrador de aquel entrañable comercio, sito en la calle Granada, apasionados jóvenes hacíamos habituales foros semanasanteros, junto con veteranos archicofrades como Ricardo Berrocal o Pepe Santiago. Allí, entre guantes y camisas, pañuelos y cinturones, peinetas y mantillas, pasábamos revista al universo de nuestra Semana Mayor, teniendo especial interés con hermandades como las del Chiquito o Dolores del Puente (de las que muchos de quienes nos dábamos cita en la tienda éramos hermanos) e igualmente reparábamos con la de la Sangre, que ya por entonces el querido Paco andaba ennoviado con Mercedes (hija del citado Pepe) y por tanto semejante influencia femenina de tan valiosa mujer hizo lo suyo favoreciendo mi atención y mis primeros conocimientos sobre la Archicofradía Filipense.
Y después, con el paso de los años, como consecuencia de las retransmisiones radiofónicas y luego televisivas, la procesión de cada Miércoles Santo era un comprometido motivo más para profundizar en vuestro existir. Hasta tal punto llegó a ser el compromiso en cuestión que la amistad surgió con muchos de los que hoy aquí os encontráis y con otros que desgraciadamente ya nos dejaron.
Y qué decir de la tradicional procesión de traslado dominical, cuando como pregonero de nuestra Semana Santa de 2008 tuve el orgullo y la dignidad de portar al Señor en su propia cruz por las calles del Molinillo… Razón de original de esta medalla que cuelga sobre mi pecho.
De ahí pues que no pudiera negarme a aceptar este inmerecido honor de proclamar el acontecimiento que esta noche estamos conmemorando: 75 años de veneración a la actual Imagen del Crucificado de La Sangre.

¡SI  EL  CRISTO  DE  LA  SANGRE  HABLARA…!
¡Ay Señor…! ¡Si el Cristo hablara…! ¡Si el Cristo de la Sangre dijera esta boca es mía y, como cualquiera de los humanos, se desahogara en reflejarnos los sentires que a lo largo de todo este tiempo ha sido objeto por parte de fieles y devotos, los cuales, ante su sereno rostro -muerto ya- imploramos divina protección…!
Sí. Estoy convencido que si ese milagro ocurriera nos daríamos cuenta de la fortaleza que nuestra Fe cristiana tiene para buscar amparo y respuestas ante lo que la razón no puede explicar o justificar. Nos percataríamos de que un simple leño tallado se ha ido convirtiendo con el paso de los años en ese socorrido confidente de lo más íntimo, en cuya figura descargamos nuestras debilidades e impotencias banales.
Sin embargo, bien es verdad que imágenes sagradas como la que esta noche estamos exaltando, ante su sobrecogedora expresividad artística y ante la redentora advocación que encarna, con su costado entreabierto y sangrante, con la cabeza suavemente ladeada, sin ningún rasgo de rebeldía en su cara, con los brazos tensados al máximo para soportar el peso de su martirizada anatomía… Bien es verdad que sólo verle es ya de por sí un tratado enciclopédico de silenciosa oratoria porque no existe vocabulario que contenga las palabras precisas para definir la magnanimidad de su presencia entre nosotros.
De ahí que dada la Fe que las encumbran y las divinizan… Dada la atmosfera y la energía que las envuelven… Dados los sentimientos que las atesoran… Como decía al principio, son Ellas, nuestros Cristos y nuestras Vírgenes, las que hacen posible que invoquemos a aquellos seres queridos de los que heredamos su culto y su amor.
Por consiguiente, lo mismo que le ocurría a la antes aludida mujer rociera que se desbordaba en frenesí cuando contemplaba la carita de su Virgen, lo mismo nos puede pasar -y de hecho nos pasa- a cualquiera de nosotros cuando nos entregamos en cuerpo y alma a nuestros benditos Titulares.

EL  CRISTO  Y  LOS  NUESTROS
En este sentir, ¿qué decir del Santísimo Cristo de la Sangre que vosotros no hayáis experimentado…? ¿Qué sensación nos embarga al ver su portentosa figura aquí en San Felipe o en su monumental trono procesional…? ¿A quiénes de los nuestros recordamos o revivimos cuando de abajo arriba alzamos la mirada para ver su semblante lleno de sosiego, quietud y paz…?
En 75 años ha habido tiempo más que suficiente para que cientos, miles de malagueños y de personas de otros lugares hayan tenido y tengamos por siempre el privilegio de acogerse y de acogernos a la santidad de su Imagen.
El rezarle al Cristo de la Sangre en este venerable lugar… El llevarle en nuestros hombros o ser penitente de su cortejo en la tarde-noche del Miércoles Santo…  Son, sin duda, algunas de esas experiencias que cada uno de nosotros guardamos en el arcón de nuestro corazón porque ellas dan permanente sentido y valor a nuestras vidas. Imborrables situaciones que, miren por dónde, siempre vienen acompañadas de buena gente, de mujeres y de hombres extraordinarios, los cuales -pese a que muchos ya no estén entre nosotros- se hacen presentes cuando vivimos ciertas escenas religiosas llenas de emoción y de sentimientos.
Así las cosas, no hay que ser muy “espabilao” para decir que dentro de nosotros mismos llevamos consigo a los nuestros más íntimos. Y seguro que ellos, como le pasaba a la inolvidable Consuelo, afloran cada vez que sentimos la cercana comparecencia de nuestro Cristo o de nuestra Virgen, generándose situaciones que rozan lo mágico… Únicas y maravillosas… Casi personales e intransferibles…
Podría concluir erróneamente diciendo algo así como… ¡Allá cada cual con los suyos!
Sin embargo, a veces ocurre que los supuestos suyos de cada cual son igualmente los nuestros de todos nosotros… Y es que muchos de los que conforman el capital humano archicofrade de la Sangre han tenido y tienen el generoso don de ser compartidos a la vez por quienes tuvieron la dichosa fortuna de conocerles y de quererles. O incluso otros también lo atesoran gracias a lo que han podido saber de ellos por medio de los testimonios de aquellos que los conocieron y los quisieron.

UNA  MINIMA  RELACION  DE  ARCHICOFRADES
Proclamar al Santísimo Cristo de La Sangre al igual que a María Santísima de Consolación y Lágrimas es, al menos con relación a los últimos 75 años, homenajear y agradecer en principio a todos los hermanos archicofrades que desde 1941 y hasta el día de hoy han hecho y hacen posible que una de las corporaciones nazarenas de mayor solera de España siga siendo un indiscutible patrón malagueño de nuestra religiosidad popular, tanto en lo devocional como en lo artístico.
Y este gran mérito, siendo común de todos, también tiene que considerar de manera significativa a las numerosas juntas de gobierno que, bajo la tutela de los 15 hermanos mayores habidos desde la bendición de nuestro Crucificado hasta la actualidad, no escatimaron esfuerzos ni oraciones para legar a las generaciones posteriores tan inmenso patrimonio de Fe, de arte y de historia.
José Salinas, Francisco Porras, José Jiménez, Enrique Ortíz, Gerónimo García, Jaime Gross, Gonzalo Albert, Federico Cuenca, Guillermo Ortega, Antonio Peñas, Ricardo Berrocal, Pepe Santiago, Antonio Mateos, Antonio Iranzo y Mario Moreno son los nombres propios de los máximos responsables del reciente existir de la Archicofradía, habiendo donado cada uno de ellos lo más y lo mejor que podían dar de sí mismos.
No obstante, a riesgo de que en el consabido tintero se queden muchos otros que oficiaron u ofician aún menesteres menos públicos, pero no por ello menos importantes, permítanme citar a Pepe Palma y con él a sus nazarenos pinceles siempre dispuestos a reflejar lo divino (menudo cartel has hecho para esta ocasión y menudo gran cuadro nos espera querido Pepe); mencionar también a Pepín García y a Rafael el “tapicero” por el mucho desvelo derrochado en vestir a las Imágenes y en tener siempre a punto la albacería; a José María de las Peñas, dado el minucioso trabajo hecho para bien del archivo y del conocimiento histórico de la Entidad; o a María Elena Vega que junto con su marido José Pastor -q.e.p.d- ambos fueron durante bastante tiempo auténticos ángeles de la guarda de cara a atender todo aquello que la Archicofradía precisara…
Y así podríamos estar buena parte de la noche haciendo un listado de honor casi interminable con quienes de altruista manera se han entregado o todavía se entregan en favor de esta herencia nuestra de credo cofrade y malagueño.

ALGUNOS  DE  LOS  QUE  SE  FUERON
Pero no se acaba aquí este testimonial capítulo de recuerdo en aras de algunos de los muchos que han dejado honda huella entre nosotros. Aún hay bastantes personas más a tener en cuenta y, por ellos, yo os ruego ahora a todos vosotros a que durante unos momentos dejéis de mirarme a mí y dirijáis los ojos hacia al Cristo.
Ojalá que en vuestras miradas, en nuestras miradas fijas en El, contemplemos también a los nuestros que se fueron, aunque sabemos de sobra que nunca se van de manera definitiva y muchas veces sentimos sus compañías, “sus estar ahí” cuando nos encontramos en lugares tan sagrados como en este templo de San Felipe.
Así pues, si nos dejamos llevar por el sentimiento y por la emoción que nos envuelve con motivo de este 75 aniversario, tal y como le ocurriera a mi querida Consuelo, también cada uno de nosotros podemos ponerle cara humana a nuestra fervorosa talla y así reflejar en su semblante la imagen de cualquiera de aquellos seres queridos nuestros que murieron con la esperanza de salvación puesta en el Cristo de la Sangre o en María Santísima de Consolación y Lágrimas.
      Y en esta instancia, sí cabe expresar que cada uno de nosotros es dueño de sus particulares sensaciones y, así las cosas, cada cual es muy libre de reavivar el recuerdo y la representación de ese familiar o de ese amigo, archicofrades ellos, que tanto quisimos y que tanto nos enseñaron.
Llegados aquí, déjenme que yo participe igualmente de este sublime santiamén y, además de considerar a algunos de los antes referidos que ya descansan con Dios, dadme vuestras respectivas venias para que evoque a otros hermanos que también se nos fueron durante estos años que conmemoramos y que son -junto con muchos más- merecedores de aparecer en esta colectiva mirada nuestra de ahora al Señor de La Sangre: Pepe Planas, carpintero de la Archicofradía y canon/modelo de nuestro Cristo; Joaquín García, eterno albacea y conseguidor de todo lo necesario; Juan José Salinas, estudioso de la historia y responsable del protocolo; Juan Guerrero “El Mulo”, siempre dispuesto, noble y tan natural como él mismo; Enrique Sesmero, secretario hasta el final y siempre amable; Ana María Gómez, delegada de camareras y experta en detalles… Y así bastantes más... Muchos más.
Seguro estoy que se me han vuelto a quedar en el tintero decenas de nombres propios. Nombres de maravillosas personas que bien podrían completar la pretendida figuración divina de esta intencionada mirada general que hacia el Crucificado he querido provocar entre nosotros. Pero, ya digo, mejor ha de ser que cada cual se imagine a los suyos… Aunque en el fondo, como argumentaba antes, todos ellos son también patrimonio común y además viven siempre con nuestro Cristo y con nuestra Virgen gracias a la Fe que compartimos.

TAMBIEN  LOS  MAS  HUMILDES  Y  NECESITADOS
Por consiguiente, está claro que la efeméride que hoy comenzamos a celebrar no deja de ser un mero punto y seguido en el longevo devenir de la Corporación.
Nos equivocaríamos si la consideráramos como una meta final o como un mero acto protocolario y oportuno para salir del paso y así cubrir el expediente.
No… No puede, ni debe ser así. Lo que esta noche estamos propiciando es la convalidación de un hito devocional a referenciar que ha de servir de estímulo para continuar glorificando a nuestra bienaventurada Imagen. Pero, sobre todo, tiene que convertirse en un jalón que nos exigirá más aún de cara a atender las crecientes precariedades humanas (sobre todo la falta de valores), ante los nuevos tiempos que estamos viviendo.
En definitiva, lo que hoy honramos, a sabiendas de la casual coincidencia habida esta mañana en los ayuntamientos de nuestro país con sus preceptivas constituciones corporativas, tamizadas la mayoría de éstas por el “tira y afloja” de lo mundano, las cuales seguirán acaparando todas las atenciones informativas… Pues bien, repito que lo que aquí ahora honramos es algo que va mucho más allá de cuatro años… Es el nuestro un “acuerdo” bastante más sólido y perdurable, consensuado y gratificante, auténtico y leal. Y, además, para colmo de bienes, es un compromiso donde todos nos sentimos representados. Por tanto, sin lugar a dudas, es éste el mejor acontecimiento del día… El broche divino a una jornada, para la cual no tengo reparo en decir a boca llena que…
¡Este 13 de junio -festividad de San Antonio de Padua- deberá pasar a la historia porque hemos vuelto a reconstituir y reafirmar en esta venerable Iglesia de San Felipe nuestro eterno “pacto" de Fe con el Cristo de la Sangre!     
Si… Queridos archicofrades… Contemplar el semblante de nuestro Titular, además de recordarnos a los seres queridos que esta noche hemos intentando revivir, también nos ha de representar a los más necesitados, a los más humildes, a los más pobres, a los que más sufren…
En este sentido, como dijera años atrás en el Teatro Cervantes…
Convencido estoy que todos nosotros tenemos capacidad y energía para sacarnos mucho más partido. Para ofrecer mayor provecho solidario y personal. De este modo seguiremos siendo gente especial, ejemplar, comprometida, sin complejos y valiente. Siempre Nazarenos, (archicofrades) pese todo y contra corriente. Poniendo en práctica y de manera renovada lo que dos mil y pico años atrás ya estaba escrito en el más maravilloso libro de fraterno Amor: el modelo de vida que nos legó Dios, junto a la Virgen María y Cristo nuestro Señor”.
 Poco más puedo añadir ya a esta solemnidad de hoy, que no sea agradeceros vuestra benevolencia y generosidad por haberme otorgado el inmerecido honor de pregonar tan extraordinaria conmemoración.
 Por delante se tiene un año con un programa lleno de actos y de cultos, el cual, ojalá se complete con el broche del deseado Vía Crucis agrupacionista. De cualquiera manera, yo siempre me quedaré con la procesión de la tarde-noche del Miércoles Santo para seguir proclamando desde lo más profundo de mi alma la escena de vuestra sagrada advocación…
“El valor de la compasión cabalga en nuestra Semana Santa a galope del caballo de Longinos. El Cristo de la Sangre ya no se movía, ni respiraba en la Cruz. Nadie tenía la certeza de que muerto estuviere, a pesar de los temores de la Dolorosa, de San Juan Evangelista y de las tres santas mujeres. Y ante la general confusión, el centurión romano -con la ayuda de un sayón- parece que se apiadó: Su costado con una lanza atravesó. Yerto ya estaba el Señor. Agua y más sangre de su cuerpo manó. Y así se acabó la tortura, la angustia y el sufrimiento. Un silencio de muerte se hizo en el firmamento. Tan sólo a su Madre se la oía llorar sin consuelo. ¡Qué daríamos, Señora, Virgen de Consolación y Lágrimas, por enjugar tu inmaculada mejilla con un blanco pañuelo y siempre tenerlo como llave, para llegado el día final, abrir con él las puertas del cielo!”    

                            Muchas gracias.