domingo, 10 de noviembre de 2013

Caramelos para Miguel y Mari Carmen

    Sería un homenaje puntual, espontáneo y único que, valiéndonos del “acaramelado” móvil que generó la fatalidad en la negra tarde del pasado 5 de enero, invitara a las familias, a todos los malagueños, grandes y chicos, a que en el día de la próxima Cabalgata de Reyes Magos depositáramos en un lugar concreto y cercano del Paseo del Parque donde ocurrió la desgracia parte de las propias “cosechas” de caramelos que cada cual obtuviera de la mágica comitiva. 

Parece como si hubiera pasado mucho tiempo y, sin embargo, tan sólo hará un año, el próximo 5 de enero. Trágico día de este todavía 2013 -una de las jornadas más amargas de nuestra reciente historia- en la que un niño de 6 años murió en el Paseo del Parque de Málaga al ser atropellado por una carroza que integraba el cortejo de la cabalgata de los Reyes Magos. Unos traicioneros caramelos caídos bajo las ruedas de un festivo vehículo fueron el motivo para que la atrevida criatura -fuera del control de sus padres- intentara hacerse con ellos, teniendo la mala fortuna de sufrir instantáneas lesiones mortales.

La iluminación navideña despierta el recuerdo de la tragedia

      Tres meses y medio después, cuando aún no nos habíamos repuesto de las consecuencias de aquellos rastreros caramelos navideños, el 24 de abril falleció en el domicilio familiar la madre del malogrado pequeño. Seguro que el profundo dolor causado por tan irreparable pérdida hizo que el ya débil corazón de aquella destrozada mujer dejara de latir de definitiva manera. Y de nuevo, como si se tratara de un segundo acto de una maldita función escénica, todos volvimos a ser impactados por tan cruento drama.
  
      Sí. Todavía no han transcurrido los consabidos 365 días del aquel funesto fin de fiesta y, cuando su recuerdo ya estaba casi aletargado, el imparable calendario nos vuelve a acercar la Navidad de turno. Con ella, los emocionados sentimientos de tristeza por lo sucedido en tan “ilusionante” víspera es muy posible que afloren en nuestros ánimos. Tales sensaciones surgirán especialmente en estas semanas previas, coincidiendo con los trabajos de los técnicos de la empresa concesionaria de la iluminación pública navideña, los cuales se afanan en alzar las típicas luces por las principales calles y plazas de la ciudad.

      En este sentir, días atrás, cuando transitaba por la rotonda del General Torrijos, junto a la majestuosa fuente de las Tres Gracias, en pleno Parque nuestro, me quedé anonadado al comprobar que varios de dichos operarios “plantaban” en los jardines de la citada plaza unos simulados arboles plagados de blancas bombillitas.

Me dije: ¡Anda ahí! ¡Ya tenemos las Navidades encima!

         Pese a experimentar en un primer momento una tibia sensación de entusiasmo ante este inesperado preludio navideño, una agria atmósfera inundó de inmediato mi desconcertado sentir: surgió en mi memoria la muerte del niño de la cabalgata y también de la de su desesperada madre un trimestre después.

Quedé frio y perplejo.

Yo, que siempre desde "chavea" me he alegrado de los clásicos síntomas que proclaman la llegada de nuestras fiestas más tradicionales, en esta ocasión no noté “chispa” alguna del hasta entonces habitual regocijo. Es más. Podía haberme invadido la indiferencia en ese momento contemplativo y, sin embargo, me ahogó la aflicción al venirme el recuerdo de lo ocurrido en aquel concreto enclave y con aquellos artilugios luminosos de por medio como testigos.

Una "acaramelada" propuesta de homenaje y aprendizaje

       Tengo la convicción de que aún no ha cicatrizado en mi imaginario morral de experiencias vitales semejante tragedia. El ver como la típica parafernalia navideña de los fines/principios de año estaba volviendo a ocupar, con total normalidad, la vía pública donde tuvo lugar el fatídico siniestro me removió las entrañas.

        Claro que sí! Es verdad que todo en la vida pasa o que la vida sigue... Que no podemos quedarnos sólo con el dolor que ocasionan las desgracias y las ausencias… Que hay que mirar hacia adelante... No obstante, a pesar del consuelo que puedan suponer estas tópicas y socorridas frases, yo sí quiero a la vez proponer con este escrito un humilde gesto de testimonio en emocionado recuerdo de aquel niño y de su madre: sería un homenaje espontáneo, puntual y único que, valiéndonos del “acaramelado” móvil que generó la fatalidad en la negra tarde del pasado 5 de enero, invitara a las familias, a todos los malagueños, grandes y chicos, a que en el día de la próxima Cabalgata de Reyes Magos depositáramos en un lugar concreto y cercano del Paseo del Parque donde ocurrió la desgracia parte de las propias “cosechas” de caramelos que cada cual obtuviera de la mágica comitiva.

Jornadas después -con el reinicio del curso- podrían ser los colegios, los escolares de la ciudad los que, contando con una necesaria colaboración municipal de distribución, fuesen destinatarios finales de tan especial y emotiva “golosina”. 

         ¿Quiénes mejor que los mismos chavales? 

         ¡Así nuestros menores sabrían y aprenderían en positivo de esta desdichada historia! 

No sé… Al menos este año que viene a Miguel, nuestro niño en cuestión, y a su madre Mari Carmen (q.e.p.d.), no les faltarían la “dulce” evocación de quienes, como yo, sentiremos en esta venidera ocasión una Navidad distinta a las anteriores. Unas fiestas con poca “chispa”.