lunes, 15 de junio de 2015

Pregón del 75º aniversario de la bendición del Stmo. Cristo de La Sangre

  Texto íntegro de la exaltación ofrecida en la Iglesia de la Santa Cruz y San Felipe Neri (Barrio de El Molinillo - Málaga), cuando eran las nueve de la noche del sábado 13 de junio de 2015, con motivo del 75º aniversario de la bendición de esta Imagen, Titular de la Pontificia, Real, Muy Ilustre y Venerable Archicofradía del Santísimo Cristo de La Sangre, María Santísima de Consolación y Lágrimas y del Santo Sudario.

¿Qué son las imágenes religiosas?
¿Por qué las divinizamos, siendo obras de humana naturaleza?
¿Qué representan?
¿Por qué son sagradas?
¿Qué sensaciones nos producen?
¿Por qué las veneramos?
Sí, Señoras y Señores, estas y otras muchas preguntas son las que desde que tengo uso de razón me he venido cuestionando ante el universo de emociones que una madera tallada o una pintura al óleo, con las consabidas policromías y sublimes elementos complementarios, nos conmueven y nos desahogan cuando las contemplamos.
¿Cómo es posible que algo inerte o inanimado, pueda con el paso del tiempo hacerse cada vez más presente en nuestras vidas hasta convertirse en una referencia existencial?
¿Qué tienen las imágenes religiosas para que no nos sean indiferentes?

ESTANDO  EN  EL  ROCIO
Verán… Fue en la primavera de 1987, estando en la aldea de El Rocío para cumplir menesteres radiofónicos, con motivo de la romería de aquel año, cuando estando acompañado por mi maestro de sentires pasionales y gloriosos, Alberto Jiménez Herrera, me percaté del trasfondo, sentido y razón de ser que atesoran nuestras representaciones devocionales.
Era el atardecer de un día caluroso y cansado, y los dos -después de cinco intensas jornadas de ávido Camino-, recalamos ante la basílica de la Patrona de Almonte. Nada más cruzar el atrio de la puerta principal del santuario nos envolvió una inesperada atmosfera cargada de sentimientos.
Unos y otros… Cientos… Miles de personas entraban y salían de aquel bullicioso templo en el que sólo había un punto de mira donde la multitud estaba coincidiendo. Cada cual buscaba un resquicio, un palmo de espacio, lo más cercano posible, para apreciar en el altar mayor a la Señora con su Niño, pero a la vez también querían hacerse ver y notar para que Madre e Hijo tuvieran en cuenta sus respectivas presencias. Era como una liturgia de mutua correspondencia donde hombres y mujeres, de distintas condiciones sociales, propiciaban una contagiosa complicidad con aquellas dos Imágenes, poniendo todos de manifiesto que en aquel lugar estaban para rezarles y cantarles, aunque igualmente habían llegado hasta allí para que Ellas consideraran así mismo sus particulares inquietudes e íntimos pesares.
No sin pocos agobios y con algún que otro “achuchoncillo” de por medio, Alberto y yo logramos acercarnos a la emblemática reja que separa el barroco retablo de la grandiosa nave. En silencio, sintiendo el latir de nuestros ardientes corazones, fuimos testigos pasivos y activos del desbordante caudal de motivaciones que la gente estaba expresando mientras agarraban con sudorosas manos los barrotes de aquellos hierros “enrejaos”, los cuales parecían fundirse ante tanto apretón “apasionao”.

EL  SENTIMIENTO  ROCIERO  DE  CONSUELO
Y allí, con la cara “pegaita” al oscuro metal, nos topamos con una mujer de cuarenta y tantos años, de cuerpo frágil y rostro “fatigao”, que con lágrimas en los ojos no hacía más que hablarle bajito a la Virgen con frases entrecortadas. El murmullo de tantas plegarias al mismo tiempo impedía entender lo que sus labios estaban diciendo, si bien, el hecho de no poderla comprender no fue óbice para que los dos quedáramos “embelesaos” ante aquella especial y conmovedora escena. Pasaron los minutos y cuando el encuentro entre ambas mujeres concluyó muy a poquito a poco, un impulso interior hizo que me acercara a la compungida señora justo en el momento en el que se alejaba del altar.
No lo pude evitar. Me presente ante ella como un periodista “entrometio” en inquietudes marianas y sin más palabras de por medio le pregunté si podía contarnos qué era lo que había sentido cuando estaba con la Virgen momentos atrás.
Consuelo, que así se llamaba la mujer (qué casualidad, verdad?), no puso reparo a mi atrevimiento y grabadora en ristre nos esbozó a Alberto y a este servidor una auténtica catequesis de religiosidad popular.
Nos dijo que conocer y querer a María Santísima del Rocío era lo mejor que le había pasado en su vida… Que gracias a aquella Imagen, cada vez que la contemplaba no tenía más remedio que rezarla, cantarla y llorarla porque apreciaba en su inmaculada faz el semblante de su madre y de su abuela, ya que fueron ellas las que la pusieron a sus pies nada más venir al mundo… Que sí… Que mirándola, también notaba la estancia de cuantos otros seres queridos suyos le habían inculcado desde chiquitilla que nuestros cristos y nuestras vírgenes eran y son como eslabones que no sólo nos vinculan con lo divino, sino que además nos rememoran lo humano.
Así fue, queridos amigos. Consuelo no se cortó ni un pelo en aquel improvisado desahogo y con un desparpajo lleno de fe y de elocuencia remató su sentida contestación manifestando de manera categórica lo siguiente:
“Es muy posible que piensen ustedes que esté loca, pero yo no puedo evitar lo que me entra por el cuerpo siempre que la miro, y de manera muy especial cuando llegan estas fechas. Viéndola a Ella veo de pronto a los míos que se fueron. Y esta sensación me hace feliz ya que así sé que mi gente se encuentra bajo su protección y su amparo. Para mí la imagen de la Virgen es el cofre más sagrado de mi existencia porque en él guardo mis identidades como una persona que viene de donde viene y como una cristiana que voy a donde voy. ¡Qué más queréis que os diga!  
Y con un “ole”, un “Viva la Blanca Paloma” y un “vaya usted con Dios”, Alberto y yo nos despedimos de aquella inolvidable mujer, no sin antes fundirnos con un emocionado abrazo en señal de agradecimiento por haber sido tan generosa y tan certera en expresar su sentir.

EL  AMOR  A  LOS  SAGRADOS  TITULARES
Y es que nunca nadie me había dicho nada igual… Nada tan hermoso y tan auténtico sobre lo que pueden representar nuestras Imágenes religiosas, amén de la consabida función figurativa más o menos artística que ellas conllevan para acercarnos a Dios.
A partir de entonces se disiparon todas mis dudas… Se respondieron todas mis cuestiones ante el maravilloso sentido que atesoran y desprenden nuestros Cristos y nuestras Vírgenes y demás tallas devocionales.
Por tanto, cuando las esculturas piadosas se van curtiendo con el paso de los años… Cuando se erigen en testigos excepcionales del relevo generacional… Cuando nos acogemos a Ellas para alcanzar una gracia divina o humana… Es con estas circunstancias cuando poco a poco van alcanzando una dimensión hacia lo trascendente, hasta convertirse en referentes cotidianos de nuestras vidas. Ya sea desde sus habituales capillas parroquiales o callejeras, desde sus tronos procesionales, desde las fotos colocadas en los lugares más relevantes de nuestras casas, desde la medalla de turno o también desde la sobada estampita que guardamos en la cartera.    
Y en ese estar junto a nosotros… En ese acompañarnos para lo bueno y para lo malo… No hemos de olvidar a nuestros antepasados. A nuestros mayores que han sido y son determinantes a la hora de transmitirnos el fervor que las imágenes nos inspiran. Ellos y los anteriores a ellos, padres, abuelos, bisabuelos, hasta llegar a las raíces genealógicas más o menos profundas de nuestros orígenes, nos encomendaron sus sentimientos religiosos como si fueran pabilos encendidos a los que nunca les ha de faltar la cera y cuyos cirios deberán ir pasando de mano en mano para así mantener iluminada la llama de la fe y de una tradición que nos viene legado de antaño.
Y… ¿Saben lo que les digo? Que el amor a los Sagrados Titulares es la más hermosa y perpetua herencia que podemos recibir de nuestros antecesores y, a la vez, la que -como preciado tesoro- deberemos transferir a nuestros hijos y nietos, de tal modo que también las puedan gozar venideras generaciones.
Por eso, cuando Consuelo se emocionaba contemplando a su Virgen y nos decía que veía en el rostro de Ella a la gente más querida de su existir… ¡Cuánta verdad decían sus entrecortadas palabras para intentar describir lo inenarrable!
¡Cuánta bendita locura la poseía!

NO  SOY  EL  INDICADO
Pues bien, dejando a un lado recuerdos de más allá del Guadalquivir y encauzándonos ya definitivamente en el Guadalmedina de nuestras vidas, señoras y señores, reverendo director espiritual y párroco de este acogedor templo de la Santa Cruz y San Felipe Neri, distinguidas autoridades de nuestra ciudad, señor presidente de la Agrupación de Cofradías, señor hermano mayor y miembros de la Pontificia, Real, Muy Ilustre y Venerable Archicofradía del Santísimo Cristo de la Sangre, María Santísima de Consolación y Lágrimas, y del Santo Sudario, cofrades y malagueños en general…
Me ha tocado en suerte, en privilegio y en honor -porque así lo ha querido la vetusta entidad mercedaria/filipense- oficiar esta noche como pregonero de una efeméride que, aunque la ascendencia original de sus raíces se remonta a más de cinco centurias atrás, la imagen que hoy representa su legendaria advocación -como brillante pulido a base de oraciones y plegarias- cumplirá el próximo 5 de abril 75 años de presencia entre nosotros.   
Y ante semejante celebración, cuajada de bagaje histórico y emocional, permítanme que cuestione mi elección para este menester, máxime cuando cualquiera de los archicofrades que aquí os encontráis seguro ha de estar perfectamente capacitado para asumir esta responsabilidad. Quien tiene la inmodestia de hablaros desde este preferente lugar no cuenta con más mérito que haber sido puntual espectador de las últimas tres/cuatro décadas de vuestra ejemplar existencia, siendo honrado en cuaresmas pasadas al haber presentado dos maravillosos carteles de la pintora hermana de la corporación Concepción Jiménez Quesada, óleos que fueron anunciadores de sendas solemnes procesiones del Miércoles Santo, las cuales -por cierto- siempre os distinguen al ser comitivas nazarenas de exquisita personalidad y de profundo arraigo.

UNA  DEUDA  CON                     D.  ANTONIO  BAENA
Y así viene ocurriendo por los siglos de los siglos y de manera continuada desde el 9 de abril de 1941, fecha en la que por primera vez fue procesionada la talla del Cristo que hoy conmemoramos, junto con la de la Virgen, que ya lo venía haciendo desde la Semana Santa de 1929 y que, gracias a un milagro, su rostro se pudo salvar tras los trágicos sucesos del 11 y 12 de mayo de 1931.
No. No se olvidarán fácilmente aquellos aciagos días primaverales ya que las jornadas en cuestión, al igual que con otras Hermandades de nuestra Málaga, supusieron para la Archicofradía un “antes” y un “después” en su devenir. Un “antes” donde un hombre clave, benefactor y adelantado a su época, D. Antonio Baena Gómez, estableció las bases para el engrandecimiento general de nuestra Semana Mayor, tomando como referencia y modelo a la entonces cofradía mercedaria, la cual alcanzó con su generoso patrocinio unas cotas de suntuosidad  jamás logradas por ninguna otra.
Pese al largo tiempo transcurrido desde aquellos inolvidables años veinte y treinta, los malagueños y especialmente los cofrades estaremos siempre en deuda con la memoria de D. Antonio, siendo incomprensible que a estas alturas de la vida nunca hayamos reparado en perpetuar su excepcional hacer promocionando la ejecución de una obra escultórica pública (por ejemplo, un simple busto en favor de su persona) que al menos esté presidiendo un lugar relevante de nuestra ciudad. O, si me apuran, sea ubicada en la misma sede de la Agrupación de Cofradías, (su Casa y también la de todos), que sitio hay de sobra en el Convento-Hospital de San Julián para honrar el recuerdo de quien en 1921 -junto con otros grandes hombres más- la creó para Málaga: el archicofrade de “La Sangre” y excelentísimo señor D. Antonio Baena Gómez.

EMPEZAR  DE  CERO
Terminada la contienda civil y carentes de casi todo el patrimonio cofradiero, (sin Iglesia, sin Cristo, con la Virgen desaparecida y muy dañada, sin tronos, sin enseres y, para colmo, asesinado Baena), sobrevino el “después” para la escarmentada Institución. Un esperanzador “después” que tuvo como año de resurgimiento el 1940 y que también conllevó un necesario traslado de sede canónica, acogiéndose en este filipense templo gracias a la primordial intervención de Luis Verá Ordáz, sacerdote decisivo en aquel renacer archicofrade.

Fue el 26 de noviembre, siendo hermano mayor José Salinas Fernández, cuando se procedió a la firma del contrato de ejecución de un nuevo Crucificado, talla que realizaría el insigne imaginero Francisco Palma Burgos y en cuyo proceso empleó cuatro meses, ya que era deseo de todos fuese procesionada a lo largo de la tarde/noche del Miércoles Santo más inmediato.
Y así fue… El nunca bien homenajeado escultor malagueño, nacido nada menos que en el barrio que lleva el nombre de nuestra patrona “Victoria”, se dejó la piel en la impoluta madera, bendiciéndose la obra durante el transcurso de una gran ceremonia que el ya referido 5 de abril de 1941 ofició aquí en San Felipe el entonces obispo de nuestra Diócesis, D. Balbino Santos Olivera.   
Y a partir del señalado compromiso artístico comenzó a tomar cuerpo, “cuerpo de Cristo”, aquel “después” que hoy estamos empezando a rememorar. Desde entonces han transcurrido siete décadas y media en las que nuestra sagrada Imagen ha sido, es y seguirá siendo -junto con su desconsolada Madre- el referente vital de todos nosotros… El cómplice de nuestros desahogos… La maroma que nos salva del naufragio… El manantial de nuestra Fe… Y como muy atinadamente expresara en su pregón mi admirado Alberto Jiménez Herrera: él es el “coloso” de San Felipe Neri.
Ya os decía anteriormente que no soy quien, ni tengo experiencias propias o heredadas como para entrar en detalles y valoraciones sobre el tránsito de todo este tiempo pasado en compañía de nuestro Santísimo Cristo de La Sangre. Es por ello que, ante tal circunstancia, cabe remontarnos 25 años atrás, en 1991, cuando con motivo del celebrarse el 50 aniversario de su estancia entre nosotros, el gran conocedor de la Archicofradía, Adolfo de Clemente Martínez pronunció en este altar mayor una magistral oratoria llena de sabiduría y de sentimiento sobre aquella significativa efeméride.

MIS  REFERENCIAS  ARCHICOFRADES
Es verdad que gracias al apreciado Adolfo, como también gracias a mi desmesurado presentador de esta noche y entrañable amigo del alma, Antonio Luis Villanúa Jiménez, (que en el día de hoy celebra su onomástica: felicidades querido Antonio y también a todos los otros Antonios aquí presentes) quien os habla tuvo por primera vez la suerte de saber de vosotros y de vuestros Titulares.
Si bien, no puedo olvidarme del “Sancta Sanctorum” cofrade que en vida del llorado Paco Escámez fue durante los años setenta y ochenta la “Guantería Soto”. En el angosto lateral de un viejo mostrador de aquel entrañable comercio, sito en la calle Granada, apasionados jóvenes hacíamos habituales foros semanasanteros, junto con veteranos archicofrades como Ricardo Berrocal o Pepe Santiago. Allí, entre guantes y camisas, pañuelos y cinturones, peinetas y mantillas, pasábamos revista al universo de nuestra Semana Mayor, teniendo especial interés con hermandades como las del Chiquito o Dolores del Puente (de las que muchos de quienes nos dábamos cita en la tienda éramos hermanos) e igualmente reparábamos con la de la Sangre, que ya por entonces el querido Paco andaba ennoviado con Mercedes (hija del citado Pepe) y por tanto semejante influencia femenina de tan valiosa mujer hizo lo suyo favoreciendo mi atención y mis primeros conocimientos sobre la Archicofradía Filipense.
Y después, con el paso de los años, como consecuencia de las retransmisiones radiofónicas y luego televisivas, la procesión de cada Miércoles Santo era un comprometido motivo más para profundizar en vuestro existir. Hasta tal punto llegó a ser el compromiso en cuestión que la amistad surgió con muchos de los que hoy aquí os encontráis y con otros que desgraciadamente ya nos dejaron.
Y qué decir de la tradicional procesión de traslado dominical, cuando como pregonero de nuestra Semana Santa de 2008 tuve el orgullo y la dignidad de portar al Señor en su propia cruz por las calles del Molinillo… Razón de original de esta medalla que cuelga sobre mi pecho.
De ahí pues que no pudiera negarme a aceptar este inmerecido honor de proclamar el acontecimiento que esta noche estamos conmemorando: 75 años de veneración a la actual Imagen del Crucificado de La Sangre.

¡SI  EL  CRISTO  DE  LA  SANGRE  HABLARA…!
¡Ay Señor…! ¡Si el Cristo hablara…! ¡Si el Cristo de la Sangre dijera esta boca es mía y, como cualquiera de los humanos, se desahogara en reflejarnos los sentires que a lo largo de todo este tiempo ha sido objeto por parte de fieles y devotos, los cuales, ante su sereno rostro -muerto ya- imploramos divina protección…!
Sí. Estoy convencido que si ese milagro ocurriera nos daríamos cuenta de la fortaleza que nuestra Fe cristiana tiene para buscar amparo y respuestas ante lo que la razón no puede explicar o justificar. Nos percataríamos de que un simple leño tallado se ha ido convirtiendo con el paso de los años en ese socorrido confidente de lo más íntimo, en cuya figura descargamos nuestras debilidades e impotencias banales.
Sin embargo, bien es verdad que imágenes sagradas como la que esta noche estamos exaltando, ante su sobrecogedora expresividad artística y ante la redentora advocación que encarna, con su costado entreabierto y sangrante, con la cabeza suavemente ladeada, sin ningún rasgo de rebeldía en su cara, con los brazos tensados al máximo para soportar el peso de su martirizada anatomía… Bien es verdad que sólo verle es ya de por sí un tratado enciclopédico de silenciosa oratoria porque no existe vocabulario que contenga las palabras precisas para definir la magnanimidad de su presencia entre nosotros.
De ahí que dada la Fe que las encumbran y las divinizan… Dada la atmosfera y la energía que las envuelven… Dados los sentimientos que las atesoran… Como decía al principio, son Ellas, nuestros Cristos y nuestras Vírgenes, las que hacen posible que invoquemos a aquellos seres queridos de los que heredamos su culto y su amor.
Por consiguiente, lo mismo que le ocurría a la antes aludida mujer rociera que se desbordaba en frenesí cuando contemplaba la carita de su Virgen, lo mismo nos puede pasar -y de hecho nos pasa- a cualquiera de nosotros cuando nos entregamos en cuerpo y alma a nuestros benditos Titulares.

EL  CRISTO  Y  LOS  NUESTROS
En este sentir, ¿qué decir del Santísimo Cristo de la Sangre que vosotros no hayáis experimentado…? ¿Qué sensación nos embarga al ver su portentosa figura aquí en San Felipe o en su monumental trono procesional…? ¿A quiénes de los nuestros recordamos o revivimos cuando de abajo arriba alzamos la mirada para ver su semblante lleno de sosiego, quietud y paz…?
En 75 años ha habido tiempo más que suficiente para que cientos, miles de malagueños y de personas de otros lugares hayan tenido y tengamos por siempre el privilegio de acogerse y de acogernos a la santidad de su Imagen.
El rezarle al Cristo de la Sangre en este venerable lugar… El llevarle en nuestros hombros o ser penitente de su cortejo en la tarde-noche del Miércoles Santo…  Son, sin duda, algunas de esas experiencias que cada uno de nosotros guardamos en el arcón de nuestro corazón porque ellas dan permanente sentido y valor a nuestras vidas. Imborrables situaciones que, miren por dónde, siempre vienen acompañadas de buena gente, de mujeres y de hombres extraordinarios, los cuales -pese a que muchos ya no estén entre nosotros- se hacen presentes cuando vivimos ciertas escenas religiosas llenas de emoción y de sentimientos.
Así las cosas, no hay que ser muy “espabilao” para decir que dentro de nosotros mismos llevamos consigo a los nuestros más íntimos. Y seguro que ellos, como le pasaba a la inolvidable Consuelo, afloran cada vez que sentimos la cercana comparecencia de nuestro Cristo o de nuestra Virgen, generándose situaciones que rozan lo mágico… Únicas y maravillosas… Casi personales e intransferibles…
Podría concluir erróneamente diciendo algo así como… ¡Allá cada cual con los suyos!
Sin embargo, a veces ocurre que los supuestos suyos de cada cual son igualmente los nuestros de todos nosotros… Y es que muchos de los que conforman el capital humano archicofrade de la Sangre han tenido y tienen el generoso don de ser compartidos a la vez por quienes tuvieron la dichosa fortuna de conocerles y de quererles. O incluso otros también lo atesoran gracias a lo que han podido saber de ellos por medio de los testimonios de aquellos que los conocieron y los quisieron.

UNA  MINIMA  RELACION  DE  ARCHICOFRADES
Proclamar al Santísimo Cristo de La Sangre al igual que a María Santísima de Consolación y Lágrimas es, al menos con relación a los últimos 75 años, homenajear y agradecer en principio a todos los hermanos archicofrades que desde 1941 y hasta el día de hoy han hecho y hacen posible que una de las corporaciones nazarenas de mayor solera de España siga siendo un indiscutible patrón malagueño de nuestra religiosidad popular, tanto en lo devocional como en lo artístico.
Y este gran mérito, siendo común de todos, también tiene que considerar de manera significativa a las numerosas juntas de gobierno que, bajo la tutela de los 15 hermanos mayores habidos desde la bendición de nuestro Crucificado hasta la actualidad, no escatimaron esfuerzos ni oraciones para legar a las generaciones posteriores tan inmenso patrimonio de Fe, de arte y de historia.
José Salinas, Francisco Porras, José Jiménez, Enrique Ortíz, Gerónimo García, Jaime Gross, Gonzalo Albert, Federico Cuenca, Guillermo Ortega, Antonio Peñas, Ricardo Berrocal, Pepe Santiago, Antonio Mateos, Antonio Iranzo y Mario Moreno son los nombres propios de los máximos responsables del reciente existir de la Archicofradía, habiendo donado cada uno de ellos lo más y lo mejor que podían dar de sí mismos.
No obstante, a riesgo de que en el consabido tintero se queden muchos otros que oficiaron u ofician aún menesteres menos públicos, pero no por ello menos importantes, permítanme citar a Pepe Palma y con él a sus nazarenos pinceles siempre dispuestos a reflejar lo divino (menudo cartel has hecho para esta ocasión y menudo gran cuadro nos espera querido Pepe); mencionar también a Pepín García y a Rafael el “tapicero” por el mucho desvelo derrochado en vestir a las Imágenes y en tener siempre a punto la albacería; a José María de las Peñas, dado el minucioso trabajo hecho para bien del archivo y del conocimiento histórico de la Entidad; o a María Elena Vega que junto con su marido José Pastor -q.e.p.d- ambos fueron durante bastante tiempo auténticos ángeles de la guarda de cara a atender todo aquello que la Archicofradía precisara…
Y así podríamos estar buena parte de la noche haciendo un listado de honor casi interminable con quienes de altruista manera se han entregado o todavía se entregan en favor de esta herencia nuestra de credo cofrade y malagueño.

ALGUNOS  DE  LOS  QUE  SE  FUERON
Pero no se acaba aquí este testimonial capítulo de recuerdo en aras de algunos de los muchos que han dejado honda huella entre nosotros. Aún hay bastantes personas más a tener en cuenta y, por ellos, yo os ruego ahora a todos vosotros a que durante unos momentos dejéis de mirarme a mí y dirijáis los ojos hacia al Cristo.
Ojalá que en vuestras miradas, en nuestras miradas fijas en El, contemplemos también a los nuestros que se fueron, aunque sabemos de sobra que nunca se van de manera definitiva y muchas veces sentimos sus compañías, “sus estar ahí” cuando nos encontramos en lugares tan sagrados como en este templo de San Felipe.
Así pues, si nos dejamos llevar por el sentimiento y por la emoción que nos envuelve con motivo de este 75 aniversario, tal y como le ocurriera a mi querida Consuelo, también cada uno de nosotros podemos ponerle cara humana a nuestra fervorosa talla y así reflejar en su semblante la imagen de cualquiera de aquellos seres queridos nuestros que murieron con la esperanza de salvación puesta en el Cristo de la Sangre o en María Santísima de Consolación y Lágrimas.
      Y en esta instancia, sí cabe expresar que cada uno de nosotros es dueño de sus particulares sensaciones y, así las cosas, cada cual es muy libre de reavivar el recuerdo y la representación de ese familiar o de ese amigo, archicofrades ellos, que tanto quisimos y que tanto nos enseñaron.
Llegados aquí, déjenme que yo participe igualmente de este sublime santiamén y, además de considerar a algunos de los antes referidos que ya descansan con Dios, dadme vuestras respectivas venias para que evoque a otros hermanos que también se nos fueron durante estos años que conmemoramos y que son -junto con muchos más- merecedores de aparecer en esta colectiva mirada nuestra de ahora al Señor de La Sangre: Pepe Planas, carpintero de la Archicofradía y canon/modelo de nuestro Cristo; Joaquín García, eterno albacea y conseguidor de todo lo necesario; Juan José Salinas, estudioso de la historia y responsable del protocolo; Juan Guerrero “El Mulo”, siempre dispuesto, noble y tan natural como él mismo; Enrique Sesmero, secretario hasta el final y siempre amable; Ana María Gómez, delegada de camareras y experta en detalles… Y así bastantes más... Muchos más.
Seguro estoy que se me han vuelto a quedar en el tintero decenas de nombres propios. Nombres de maravillosas personas que bien podrían completar la pretendida figuración divina de esta intencionada mirada general que hacia el Crucificado he querido provocar entre nosotros. Pero, ya digo, mejor ha de ser que cada cual se imagine a los suyos… Aunque en el fondo, como argumentaba antes, todos ellos son también patrimonio común y además viven siempre con nuestro Cristo y con nuestra Virgen gracias a la Fe que compartimos.

TAMBIEN  LOS  MAS  HUMILDES  Y  NECESITADOS
Por consiguiente, está claro que la efeméride que hoy comenzamos a celebrar no deja de ser un mero punto y seguido en el longevo devenir de la Corporación.
Nos equivocaríamos si la consideráramos como una meta final o como un mero acto protocolario y oportuno para salir del paso y así cubrir el expediente.
No… No puede, ni debe ser así. Lo que esta noche estamos propiciando es la convalidación de un hito devocional a referenciar que ha de servir de estímulo para continuar glorificando a nuestra bienaventurada Imagen. Pero, sobre todo, tiene que convertirse en un jalón que nos exigirá más aún de cara a atender las crecientes precariedades humanas (sobre todo la falta de valores), ante los nuevos tiempos que estamos viviendo.
En definitiva, lo que hoy honramos, a sabiendas de la casual coincidencia habida esta mañana en los ayuntamientos de nuestro país con sus preceptivas constituciones corporativas, tamizadas la mayoría de éstas por el “tira y afloja” de lo mundano, las cuales seguirán acaparando todas las atenciones informativas… Pues bien, repito que lo que aquí ahora honramos es algo que va mucho más allá de cuatro años… Es el nuestro un “acuerdo” bastante más sólido y perdurable, consensuado y gratificante, auténtico y leal. Y, además, para colmo de bienes, es un compromiso donde todos nos sentimos representados. Por tanto, sin lugar a dudas, es éste el mejor acontecimiento del día… El broche divino a una jornada, para la cual no tengo reparo en decir a boca llena que…
¡Este 13 de junio -festividad de San Antonio de Padua- deberá pasar a la historia porque hemos vuelto a reconstituir y reafirmar en esta venerable Iglesia de San Felipe nuestro eterno “pacto" de Fe con el Cristo de la Sangre!     
Si… Queridos archicofrades… Contemplar el semblante de nuestro Titular, además de recordarnos a los seres queridos que esta noche hemos intentando revivir, también nos ha de representar a los más necesitados, a los más humildes, a los más pobres, a los que más sufren…
En este sentido, como dijera años atrás en el Teatro Cervantes…
Convencido estoy que todos nosotros tenemos capacidad y energía para sacarnos mucho más partido. Para ofrecer mayor provecho solidario y personal. De este modo seguiremos siendo gente especial, ejemplar, comprometida, sin complejos y valiente. Siempre Nazarenos, (archicofrades) pese todo y contra corriente. Poniendo en práctica y de manera renovada lo que dos mil y pico años atrás ya estaba escrito en el más maravilloso libro de fraterno Amor: el modelo de vida que nos legó Dios, junto a la Virgen María y Cristo nuestro Señor”.
 Poco más puedo añadir ya a esta solemnidad de hoy, que no sea agradeceros vuestra benevolencia y generosidad por haberme otorgado el inmerecido honor de pregonar tan extraordinaria conmemoración.
 Por delante se tiene un año con un programa lleno de actos y de cultos, el cual, ojalá se complete con el broche del deseado Vía Crucis agrupacionista. De cualquiera manera, yo siempre me quedaré con la procesión de la tarde-noche del Miércoles Santo para seguir proclamando desde lo más profundo de mi alma la escena de vuestra sagrada advocación…
“El valor de la compasión cabalga en nuestra Semana Santa a galope del caballo de Longinos. El Cristo de la Sangre ya no se movía, ni respiraba en la Cruz. Nadie tenía la certeza de que muerto estuviere, a pesar de los temores de la Dolorosa, de San Juan Evangelista y de las tres santas mujeres. Y ante la general confusión, el centurión romano -con la ayuda de un sayón- parece que se apiadó: Su costado con una lanza atravesó. Yerto ya estaba el Señor. Agua y más sangre de su cuerpo manó. Y así se acabó la tortura, la angustia y el sufrimiento. Un silencio de muerte se hizo en el firmamento. Tan sólo a su Madre se la oía llorar sin consuelo. ¡Qué daríamos, Señora, Virgen de Consolación y Lágrimas, por enjugar tu inmaculada mejilla con un blanco pañuelo y siempre tenerlo como llave, para llegado el día final, abrir con él las puertas del cielo!”    

                            Muchas gracias.

















martes, 2 de junio de 2015


La  autenticidad  y  la  denuncia  de Jennifer  Cortés:  una  lección  de  vida "enmascarada"


Si quieres conocer la vida de una mujer especial que, como otras muchas personas, intenta poner sentido a su "yo" mas intimo, te recomiendo veas la entrevista/conversación que el pasado 25 de mayo mantuve con Jennifer Cortés en el programa "Cosa de dos", producida y emitida por Costa del Sol-TV. 


Entrando en https://www.youtube.com/watch?v=inImIPbi0HE o buscando en You Tube con las referencias "Jennifer Cortés Costa del Sol TV", te darás cuenta que todos nos merecemos ser "auténticos". Además de contar su experiencia particular hasta lograr cambiar de sexo, ella hace una clara defensa en favor de la Unidad de Transexualidad e Identidad de Género (UTIG) del SAS en Málaga, la cual lleva 15 años trabajando por esta "autenticidad", con mas de 1.500 casos atendidos provenientes de toda España. 


Jennifer denuncia que la nueva Ley andaluza de Transexualidad pone en serio peligro lo avanzado hasta ahora en esta atención sanitaria, ante lo cual muchas personas como ella pueden verse desamparadas por la ya preocupante precariedad asistencial que dicha normativa está conllevando. 


Pasa esta información a quienes sean sensibles de semejante situación y procuremos que nadie tenga que enmascararse para defender su "verdad", su "derecho" y su "autenticidad".