domingo, 10 de febrero de 2013

"¡Yo, así, ya no voto!"

La partitocracia, con su insaciable “hambre” de potestad y de hegemonía, se ha apoderado de nuestras hasta ahora cómodas voluntades y pasivas actitudes. Los partidos políticos están “devorando” nuestro destino, bajo el amparo de una supuesta democracia que tiene un claro diagnóstico de “mórbida obesidad”.


El “tsunami” de escándalos públicos que de un tiempo a esta parte viene asolando la vida política e institucional española es, como mínimo, para cuestionarse el vigente ordenamiento legislativo que regula nuestro gobierno y convivencia, desde la misma Carta Magna y hasta cualquier normativa que controle la división de poderes, el sistema electoral o las propias estructuras del Estado, por decir algo.


NUESTROS  “S-ELECTOS”  GERIFALTES SE HAN  TRANSFORMADO  EN  AUTENTICOS  “GALLOS  DE  PELEA”


A medida que se van destapando más y más casos de presuntas corrupciones e indecencias por parte de muchos de quienes ostentan nuestras representaciones sociales -unos setecientos cincuenta sumarios están siendo actualmente instruidos en los juzgados-, el distanciamiento entre ciudadanía y clase dirigente se va acentuando de irreversible manera. Quienes en tiempos difíciles como ahora deberían ser modelo de confianza, de ejemplaridad y de eficiencia para la sociedad, un elevado número de ellos -ya estén gobernando o anden en la oposición- se han convertido en un problema añadido de supuesta inseguridad, de sospechosa perversión y de achacable incompetencia. Lejos de centrarse en unir voluntades y de volcar todas las energías para hacer frente a la consabida crisis económica y así defender a los sectores más débiles que la padecen, nuestros “s-electos” gerifaltes se han transformado en auténticos “gallos de pelea”, demostrando tener un cegado ánimo de destrucción del adversario, sin importarle el estado de cosas que afectan a los sufridos electores: paro, pobreza, desmoralización…


¡A estos “gallitos” les pueden más el vehemente uso de sus afilados espolones que aplicar el sentido del deber en favor del bien común!  

  
Si durante el arranque democrático de los años setenta y ochenta del pasado siglo, las leyes y los políticos de entonces pudieron estar a la altura del deseado cambio social, tres décadas después se está poniendo de manifiesto que tal legislación ya no tiene validez. Y no tiene utilidad porque, por un lado, los tiempos no son los mismos y, por otro, porque los mandatarios de antes tampoco eran como son los de ahora. Parece evidente que las herramientas de ejercicio y de control democrático se han oxidado y todo lo que no sea abrillantarlas y engrasarlas, incluso cambiarlas, seguirá provocando chirríos con situaciones y personajes que poco a poco nos sumirán en el caos más absoluto.

YA  VA  SIENDO  HORA  DE  TENER  LA  DECIDIDA  VOLUNTAD  DE REFORMAR  LA  CONSTITUCION


Llega, por tanto, el momento de reparar o de hacerse de nuevos “utensilios” para procurar una democracia más social, más sólida y más útil. Ya va siendo hora de tener la decidida voluntad de reformar la Constitución y con ella, como acción básica, de apostar por una ley electoral lo más justa posible que, por ejemplo, no permita distingos entre los españoles y se evite que un voto nacionalista suponga el doble o el triple de valor que el de otra circunscripción… Que las listas a votar sean abiertas y comunes a todos los candidatos… Que nadie pueda estar más de ocho/doce años al frente, al lado o en la equina de una institución pública, ya sea por vía electiva como por vía de confianza… Que haya segundas vueltas en las urnas para facilitar la gobernabilidad y así erradicar los “pasteleos” de los partidos políticos… Que las premisas de aplicación del sistema D’Hondt no favorezcan tan descaradamente a las grandes formaciones electorales…


Además, también es tiempo de implantar una normativa que exija a nuestra élite gobernante el cumplimiento de sus promesas electorales, estableciendo las adecuadas garantías para que, en caso de fraude electoral, se le demande responsabilidades… Que en situaciones de malversación de fondos públicos, de enriquecimiento personal injustificado o de otra negligencia de índole económico-institucional se arbitren las leyes oportunas que obliguen a los infractores, cuanto menos, a la devolución íntegra de las cantidades desfalcadas y a las indemnizaciones preceptivas por los daños y perjuicios causados… Que la consabida transparencia en la gestión de cualquier administración sea un principio básico y no un voluntarioso mérito... Que los partidos y las organizaciones empresariales y sindicales se financien en base a una normativa diáfana, controladora y limitadora de cuantías que, entre otras contemplaciones, impida donaciones de favor u otros ingresos de dudosa intencionalidad...  


Si de verdad se quiere regenerar a nuestra “maltrecha” democracia y recuperar la confianza perdida del electorado o de la población en general, a estas alturas de la “pesadilla” no caben medias tintas. Cada vez hay más personal harto de tanta falsedad. Su desengaño es tan grande que ya no se fía de nada y tampoco de nadie. El desánimo imperante es tal que muchos se cuestionan seguir haciendo uso de las vigentes “reglas del juego” ¿democrático? porque no solo éstas demuestran ser ineficaces para cambiar el panorama actual de nulidad que nos aflige sino que, además, parecen favorecer la degradante y putrefacta dinámica que soporta nuestro ya adulto sistema de libertades.


LOS  PARTIDOS  POLITICOS  SON  HOY  DESCARADOS  FILTRADORES, AMORTIGUADORES  E  INTERPRETADORES  UNICOS  DE  LAS INQUIETUDES  DE  LA  SOCIEDAD


Siempre se nos dice que el ejercicio de votar es un acto cívico que, entre otras consideraciones, nos da derecho a poder criticar. Perfecto. Sin embargo, lo importante no es el acto de votar por votar. Lo importante no es el hecho de criticar por criticar. Lo verdaderamente importante es votar y criticar en plenitud de las máximas cuotas de libertad y de acción, de tal forma que los partidos políticos no sigan siendo descarados filtradores, amortiguadores e interpretadores únicos de las inquietudes de la sociedad. Sus dirigentes han evolucionado de tal manera que la consecución y el mantenimiento del “poder” se han convertido en los principales objetivos de sus quehaceres, en una obsesión de ser o no ser, quedando ¿extinguido? el noble afán de servicio y de generosa entrega en favor de la colectividad. No es de extrañar, pues, que la gente siga apartándose progresivamente de ellos y esté buscando otros cauces para intervenir en lo público y en lo social mediante la creación de los llamados “grupos de presión”. La partitocracia, con su insaciable hambre de “potestad” y de “hegemonía”, se ha apoderado de nuestras hasta ahora cómodas voluntades y pasivas actitudes. Ella y ellos están “devorando” nuestro destino, bajo el amparo de una supuesta democracia que tiene un claro diagnóstico de “mórbida obesidad”.


En definitiva, si el voto y la crítica no conllevan una adecuada revisión y mejora permanente de nuestros modelos de gobierno, de justicia y de legislación para hacerlos más eficientes a las necesidades de la ciudadanía, entonces tales derechos dejan de tener fundamento. ¿Para qué sirven, pues, mi juicio y mi sufragio hoy? Dadas las circunstancias, prefiero ser consecuente con las reflexiones expuestas y, como todavía creo ser dueño de ellas, he llegado a la decisión personal de que, por lo pronto, “yo, así, ya no voto”.   

3 comentarios:

macmanzana dijo...


Paco: Votar es un derecho que no puedes dejar de ejercer, pues siempre va en tu contra. Vota a otra opción, al fin y al cabo, cuando votamos no entregamos un cheque en blanco, tenemos derecho a pedir cuentas y a cambiar nuestra elección para la próxima vez.
Todos tus planteamientos (salvo el ya no voto) coinciden con las propuestas de mi partido. En este enlace aparece cómo queremos regenerar el estado:

http://www.upyd.es/contenidos/noticias/143/93639-Manifiesto_por_la_Regeneracion_de_la_Democracia_y_la_Refundacion_del_Estado

Anónimo dijo...

Pues tu sufragio sirve para realizar los cambios que quieres, siempre y cuando no malgastemos el voto en los dos partidos que nos han gobernado y nos han defraudado. No solamente existen dos partidos políticos a los que votar y si no votamos estos dos partidos corrompidos son los beneficiados

Junior dijo...

Como casi siempre querido amigo, fantástico analisis. Aun me resisto a decidirme a "no votar", para un amante de la historia como yo lo soy, el saber que tanta gente a padecido y perecido por ese simple derecho me obliga, en conciencia, a continuar con el acto de votar "mientras el cuerpo aguante". Si es cierto que opte por la buena costumbre de no votar "a los grandes" desde hace algunas elecciones. Amo nuestra Constitución, considero que es uno de los mejores cuerpos legales de conducta que se han escrito, pero reconozco que, por desgracia, la han convertido en un instrumento para el gobierno de esta dictacracia de "Real Madrid vs. Barça" que tenemos...