Sin querer
entrar en ningún tipo de agravio comparativo entre las respectivas renuncias
del Papa Benedicto XVI y la del que fuera Obispo Málaga, monseñor Buxarrais, el asimismo inesperado
adiós pastoral que hace ya más de dos décadas llevó a cabo don Ramón igualmente
estuvo basado en razones de “incapacidad”.
Su comunicado personal del 11 de septiembre de 1989 dando a conocer a los
malagueños tal decisión fue también de aproximada naturaleza a las razones
esgrimidas por el todavía hoy Santo Padre.
Bien sabe
Dios que no comulgo mucho con su supuesta Iglesia Católica. Siempre procuro ser
todo lo respetuoso que se puede con Ella, si bien, mis convicciones han ido
derivando en creer más en las personas como tales que en las propias
instituciones. Y cuando me refiero a las “personas” a priori no excluyo
absolutamente a nadie, aunque lleven o no lleven sotana en sus vestimentas.
LA RENUNCIA DE BENEDICTO XVI TRAE CIERTO
AIRE DE “NORMALIDAD”
Y DE “MODERNIDAD”
A LA IGLESIA
Desde
una perspectiva más humana que divina, quiero reflexionar sobre el hecho
histórico que Benedicto XVI protagonizaba días atrás al anunciar al mundo
católico y no católico su voluntad de no seguir siendo Papa, después de haber
estado sucediendo al primero de los apóstoles durante ocho años. La razón de “no
tengo fuerzas para ejercitar de modo adecuado el ministerio petrino”,
avalada “por la edad avanzada” (86 “abriles” cumplirá
en abril) y así “reconocer mi incapacidad”, fue el motivo
fundamental que Joseph Ratzinger esgrimió en su sorpresiva y exquisita comunicación
(http://xurl.es/ajzed).
Una renuncia nada habitual ya que han tenido que pasar casi seis siglos, desde
Gregorio XII en 1415, para que volviera a provocarse algo similar en el
Vaticano.
Así pues,
desde el pasado 11 de febrero, la comprensión sobre la trascendental -y a la
vez lógica y natural- decisión del Obispo de Roma viene siendo prácticamente
unánime. Nadie o muy pocos han osado cuestionar su proceder, así como el
posterior retiro espiritual que ha elegido en una residencia o monasterio para
acabar sus últimos días de vida orando por la Humanidad.
Por lo
demás, los elogios en favor de la insólita voluntad del anciano Papa le están
dando de camino a la vetusta institución eclesiástica un aire de “normalidad” y
hasta de aparente “modernidad”, signos éstos que no vendrían nada mal que
siguieran prodigándose y dando paso a otros de superior relevancia para que la
llamada “barca de San
Pedro” obtenga un
adecuado paralelismo y afinada sintonía con una realidad social más mayoritaria
y cotidiana posibles.
Sin
embargo, pese a ser meritorio y excepcional el reconocimiento de su
incapacitada fortaleza humana y, por ella, la opción de abandonar el vitalicio
y divino cargo papal -eso sí, contraviniendo la tradicional creencia católica
de que el Sumo Pontífice es elegido por el Espíritu Santo ¿?-, la honesta
determinación del religioso alemán no ha de considerarse como algo inusual en
las conductas habidas dentro de la jerarquía clerical.
Es curioso,
y a la vez triste, comprobar cómo en la vida han de ocurrir ciertos aconteceres
para, gracias a ellos, poder recordar y poner en valor otros hechos de
parecidas características que con el paso del tiempo han ido engrosando los
imaginarios libros del olvido o de la indiferencia.
Por
ejemplo… ¿Se acuerdan ustedes del que fuera obispo de Málaga, Ramón Buxarrais
Ventura?
LA “INCAPACIDAD” Y LA HUMILDAD DE DON RAMON BUXARRAIS
Aquel bien
plantado catalán, tras muchos años de valeroso misionero en el andino Chile y
en la profunda Argentina, llegó a la diócesis malagueña en 1973 y hasta 1991,
durante dieciocho años, estuvo ejerciendo como prelado del lugar. Desde un
primer momento y también hasta su “renuncia” diocesana, la personalidad y vida del
siempre singular mitrado nunca pasaron desapercibidos. Sus famosas “Cartas a
Valerio”, llenas de compromiso social y espiritual… El gran impulso que le
prestó a Cáritas para ser más útil a los necesitados… La permanente
disponibilidad piadosa que mostraba, llegando a hacer realidad lo de “ser amigo
de los amigos”… El predicar con el ejemplo de humildad, trasladándose del
pomposo Palacio Episcopal a vivir en un piso del obrero barrio de Carranque… Su
definitivo y total acercamiento al mundo cofrade, abriendo las puertas de la
Catedral a las Hermandades que desearan hacer estación de penitencia…
Sin querer entrar en ningún tipo de agravio comparativo entre las
respectivas renuncias del Papa Benedicto XVI y del Obispo Buxarrais, el
asimismo inesperado adiós pastoral que hace ya más de dos décadas llevó a cabo don Ramón igualmente estuvo basado en razones de “incapacidad”. Su
comunicado personal del 11 de septiembre de 1989 dando a conocer a los
malagueños tal decisión fue también de aproximada naturaleza a las razones
esgrimidas por el todavía hoy Santo Padre, si bien, le pilló bastante más joven al
contar con 62 años de edad: “…debo
comunicaros que el motivo sobre el que he basado la renuncia no es otro que el
de mi resentida salud física, así como otras razones personales que hacen
incompatible mi capacidad con las urgentes necesidades pastorales de la
Diócesis”. Y terminaba el escrito mostrando un rasgo más de su
inherente humildad, pocas veces visto por entonces en personajes de semejante
notoriedad pública: “Al
agradeceros, queridos diocesanos, la colaboración y el afecto recibido durante
estos dieciocho años que he dedicado a vuestro servicio, os pido también perdón
por las deficiencias en el ejercicio del ministerio episcopal y por los
sufrimientos que os hubiera podido causar injustamente. Orad por mí, así como
yo lo seguiré haciendo por vosotros” (http://xurl.es/2bt1v).
De tal
modo, sin una letra o palabra de más, sin acto alguno privado o público que le
homenajeara o que le despidiera de Málaga -porque así lo quiso de manera
voluntaria-, el bueno de don Ramón no sólo se fue a Melilla a rezar por todos
sino que, además, volvió para ser cura y ejercer en primera línea de
disponibilidad y de trabajo. Desde aquel 1989 y todavía hasta hoy, con ochenta
y cuatro años a sus espaldas, el emérito obispo viene desempeñando raso
sacerdocio como capellán del Centro Asistencial de las Hijas de la Caridad,
dedicado a cuidar de las personas más discapacitadas, y también a ser
responsable-capellán de la Pastoral del Centro Penitenciario y consiliario del
Voluntariado de Prisiones, que tiene por finalidad atender a los presos de la
cárcel melillense.
MALAGA Y LOS MALAGUEÑOS ESTAN EN DEUDA CON SU ANTIGUO OBISPO
Estamos en
2013 y con la perspectiva que brinda el tiempo pasado, uno piensa que la marcha
de monseñor Buxarrais al otro lado del Mediterráneo, a pesar de su negativa a cualquier
reconocimiento personal, tuvo una subyacente dosis de indolencia y de
ingratitud por cuenta de ciertos sectores de la sociedad malagueña en general.
Muy escasas fueron las muestras públicas de gratitud y de halago ante el
balance final de su quehacer diocesano. Es más, creo que una buena parte de la
élite dirigente local, provincial y regional de aquellos años setenta, ochenta
y noventa (responsables institucionales, políticos, empresarios, famosos y
hasta distinguidos clérigos) debió sentirse aliviada porque, a raíz de su
renuncia, algunos recuperaron cuotas de protagonismo perdido e, incluso, otros
dejaron de tener habituales sonrojos ante las agudas críticas que, ya fueren
desde el púlpito o desde los medios de comunicación, expresaba el siempre
atrevido y comprometido religioso.
Me comentan de buena fuente que es muy
posible que, para antes de Semana Santa, don Ramón vuelva definitivamente a su
Málaga obispal, dado que la longeva edad de su cuerpo y de su mente ya
requieren oportunos cuidados y atenciones. Parece que la residencia de mayores
El Buen Samaritano, sita en Churriana, será su próximo hogar, después de que en
Melilla se hayan exprimido las postreras gotas de la vital energía que siempre
o casi siempre le ha acompañado.
Justo y
necesario es todavía, pese a su obstinado pesar, que los malagueños no dejemos
que el destino o la divinidad se lleven al bueno de Buxarrais en su decisivo e
involuntario “renuncio” final sin que antes y cuanto antes, de alguna forma
posible, se le tribute un reconocido y perdurable homenaje. Un testimonio de
admiración y de afecto social... Un “algo” de sincero agradecimiento por la
bienhechora labor que desarrolló cuando durante dieciocho años estuvo al frente
de la difícil y compleja Diócesis malacitana, sin olvidar -claro está- el gran
servicio prestado a lo largo de las dos últimas décadas con los encarcelados y
con los discapacitados melillenses.
Yo no sé
si, en su definitiva despedida papal, a Benedicto XVI lo van a honrar con un
ceremonial más o menos público y más o menos solemne. No imagino qué organizará
el Vaticano el próximo día 28 de febrero para enaltecer o no la figura de un,
cuanto menos, trascendental Pontífice. Hágase lo que se haga, más de medio
mundo estará pendiente de tan importante e histórico suceso. En esa jornada,
además de ver por televisión tan significativo acontecimiento, yo también
miraré a mi alrededor más cercano y puede que me acuerde de don Ramón. Un
hombre extraordinario que se entregó de lleno a los malagueños y al que tuve
la suerte y el privilegio de conocer, de tratar y hasta de pregonar su apostolar figura
en el Teatro Cervantes de la capital. Sí, seguro que rememoraré muchas
situaciones inolvidables vividas junto a él y presumo que, entre una y otra
imagen televisiva del Papa mostrando su sentido adiós, no podré quitarme de la
cabeza ni tampoco del corazón aquella otra lejana decisión del que fuera Obispo
de Málaga. ¿Lo recuerdan?: ¡Buxarrais también renunció!.
1 comentario:
Cuando supe lo de la renuncia de Ratzinger, lo primero que hice fue acordarme de don Ramón. Volvemos a coincidir en nuestras apreciaciones (y en nuestro aprecio a determinadas personas).
Un saludo, amigo.
Arturo Fdez Sanmartín
Publicar un comentario