miércoles, 13 de febrero de 2013

¡Buxarrais también renunció!

Sin querer entrar en ningún tipo de agravio comparativo entre las respectivas renuncias del Papa Benedicto XVI y la del que fuera Obispo Málaga, monseñor Buxarrais, el asimismo inesperado adiós pastoral que hace ya más de dos décadas llevó a cabo don Ramón igualmente estuvo basado en razones de “incapacidad”. Su comunicado personal del 11 de septiembre de 1989 dando a conocer a los malagueños tal decisión fue también de aproximada naturaleza a las razones esgrimidas por el todavía hoy Santo Padre.

Bien sabe Dios que no comulgo mucho con su supuesta Iglesia Católica. Siempre procuro ser todo lo respetuoso que se puede con Ella, si bien, mis convicciones han ido derivando en creer más en las personas como tales que en las propias instituciones. Y cuando me refiero a las “personas” a priori no excluyo absolutamente a nadie, aunque lleven o no lleven sotana en sus vestimentas.

LA  RENUNCIA  DE  BENEDICTO  XVI  TRAE  CIERTO  AIRE  DE “NORMALIDAD”  Y  DE  “MODERNIDAD”  A  LA  IGLESIA

Desde una perspectiva más humana que divina, quiero reflexionar sobre el hecho histórico que Benedicto XVI protagonizaba días atrás al anunciar al mundo católico y no católico su voluntad de no seguir siendo Papa, después de haber estado sucediendo al primero de los apóstoles durante ocho años. La razón de “no tengo fuerzas para ejercitar de modo adecuado el ministerio petrino”, avalada “por la edad avanzada” (86 “abriles” cumplirá en abril) y así “reconocer mi  incapacidad”, fue el motivo fundamental que Joseph Ratzinger esgrimió en su sorpresiva y exquisita comunicación (http://xurl.es/ajzed). Una renuncia nada habitual ya que han tenido que pasar casi seis siglos, desde Gregorio XII en 1415, para que volviera a provocarse algo similar en el Vaticano.

Así pues, desde el pasado 11 de febrero, la comprensión sobre la trascendental -y a la vez lógica y natural- decisión del Obispo de Roma viene siendo prácticamente unánime. Nadie o muy pocos han osado cuestionar su proceder, así como el posterior retiro espiritual que ha elegido en una residencia o monasterio para acabar sus últimos días de vida orando por la Humanidad.

Por lo demás, los elogios en favor de la insólita voluntad del anciano Papa le están dando de camino a la vetusta institución eclesiástica un aire de “normalidad” y hasta de aparente “modernidad”, signos éstos que no vendrían nada mal que siguieran prodigándose y dando paso a otros de superior relevancia para que la llamada “barca de San Pedro” obtenga un adecuado paralelismo y afinada sintonía con una realidad social más mayoritaria y cotidiana posibles.

Sin embargo, pese a ser meritorio y excepcional el reconocimiento de su incapacitada fortaleza humana y, por ella, la opción de abandonar el vitalicio y divino cargo papal -eso sí, contraviniendo la tradicional creencia católica de que el Sumo Pontífice es elegido por el Espíritu Santo ¿?-, la honesta determinación del religioso alemán no ha de considerarse como algo inusual en las conductas habidas dentro de la jerarquía clerical.

Es curioso, y a la vez triste, comprobar cómo en la vida han de ocurrir ciertos aconteceres para, gracias a ellos, poder recordar y poner en valor otros hechos de parecidas características que con el paso del tiempo han ido engrosando los imaginarios libros del olvido o de la indiferencia.

Por ejemplo… ¿Se acuerdan ustedes del que fuera obispo de Málaga, Ramón Buxarrais Ventura?

LA  “INCAPACIDAD”  Y  LA  HUMILDAD  DE                                                     DON  RAMON  BUXARRAIS

Aquel bien plantado catalán, tras muchos años de valeroso misionero en el andino Chile y en la profunda Argentina, llegó a la diócesis malagueña en 1973 y hasta 1991, durante dieciocho años, estuvo ejerciendo como prelado del lugar. Desde un primer momento y también hasta su  “renuncia” diocesana, la personalidad y vida del siempre singular mitrado nunca pasaron desapercibidos. Sus famosas “Cartas a Valerio”, llenas de compromiso social y espiritual… El gran impulso que le prestó a Cáritas para ser más útil a los necesitados… La permanente disponibilidad piadosa que mostraba, llegando a hacer realidad lo de “ser amigo de los amigos”…  El predicar con el ejemplo de humildad, trasladándose del pomposo Palacio Episcopal a vivir en un piso del obrero barrio de Carranque… Su definitivo y total acercamiento al mundo cofrade, abriendo las puertas de la Catedral a las Hermandades que desearan hacer estación de penitencia…

Sin querer entrar en ningún tipo de agravio comparativo entre las respectivas renuncias del Papa Benedicto XVI y del Obispo Buxarrais, el asimismo inesperado adiós pastoral que hace ya más de dos décadas llevó a cabo don Ramón igualmente estuvo basado en razones de “incapacidad”. Su comunicado personal del 11 de septiembre de 1989 dando a conocer a los malagueños tal decisión fue también de aproximada naturaleza a las razones esgrimidas por el todavía hoy Santo Padre, si bien, le pilló bastante más joven al contar con 62 años de edad: “…debo comunicaros que el motivo sobre el que he basado la renuncia no es otro que el de mi resentida salud física, así como otras razones personales que hacen incompatible mi capacidad con las urgentes necesidades pastorales de la Diócesis”. Y terminaba el escrito mostrando un rasgo más de su inherente humildad, pocas veces visto por entonces en personajes de semejante notoriedad pública: “Al agradeceros, queridos diocesanos, la colaboración y el afecto recibido durante estos dieciocho años que he dedicado a vuestro servicio, os pido también perdón por las deficiencias en el ejercicio del ministerio episcopal y por los sufrimientos que os hubiera podido causar injustamente. Orad por mí, así como yo lo seguiré haciendo por vosotros” (http://xurl.es/2bt1v).

De tal modo, sin una letra o palabra de más, sin acto alguno privado o público que le homenajeara o que le despidiera de Málaga -porque así lo quiso de manera voluntaria-, el bueno de don Ramón no sólo se fue a Melilla a rezar por todos sino que, además, volvió para ser cura y ejercer en primera línea de disponibilidad y de trabajo. Desde aquel 1989 y todavía hasta hoy, con ochenta y cuatro años a sus espaldas, el emérito obispo viene desempeñando raso sacerdocio como capellán del Centro Asistencial de las Hijas de la Caridad, dedicado a cuidar de las personas más discapacitadas, y también a ser responsable-capellán de la Pastoral del Centro Penitenciario y consiliario del Voluntariado de Prisiones, que tiene por finalidad atender a los presos de la cárcel melillense.

MALAGA  Y  LOS  MALAGUEÑOS  ESTAN  EN  DEUDA                            CON  SU  ANTIGUO  OBISPO

Estamos en 2013 y con la perspectiva que brinda el tiempo pasado, uno piensa que la marcha de monseñor Buxarrais al otro lado del Mediterráneo, a pesar de su negativa a cualquier reconocimiento personal, tuvo una subyacente dosis de indolencia y de ingratitud por cuenta de ciertos sectores de la sociedad malagueña en general. Muy escasas fueron las muestras públicas de gratitud y de halago ante el balance final de su quehacer diocesano. Es más, creo que una buena parte de la élite dirigente local, provincial y regional de aquellos años setenta, ochenta y noventa (responsables institucionales, políticos, empresarios, famosos y hasta distinguidos clérigos) debió sentirse aliviada porque, a raíz de su renuncia, algunos recuperaron cuotas de protagonismo perdido e, incluso, otros dejaron de tener habituales sonrojos ante las agudas críticas que, ya fueren desde el púlpito o desde los medios de comunicación, expresaba el siempre atrevido y comprometido religioso.

Me comentan de buena fuente que es muy posible que, para antes de Semana Santa, don Ramón vuelva definitivamente a su Málaga obispal, dado que la longeva edad de su cuerpo y de su mente ya requieren oportunos cuidados y atenciones. Parece que la residencia de mayores El Buen Samaritano, sita en Churriana, será su próximo hogar, después de que en Melilla se hayan exprimido las postreras gotas de la vital energía que siempre o casi siempre le ha acompañado.

Justo y necesario es todavía, pese a su obstinado pesar, que los malagueños no dejemos que el destino o la divinidad se lleven al bueno de Buxarrais en su decisivo e involuntario “renuncio” final sin que antes y cuanto antes, de alguna forma posible, se le tribute un reconocido y perdurable homenaje. Un testimonio de admiración y de afecto social... Un “algo” de sincero agradecimiento por la bienhechora labor que desarrolló cuando durante dieciocho años estuvo al frente de la difícil y compleja Diócesis malacitana, sin olvidar -claro está- el gran servicio prestado a lo largo de las dos últimas décadas con los encarcelados y con los discapacitados melillenses.

Yo no sé si, en su definitiva despedida papal, a Benedicto XVI lo van a honrar con un ceremonial más o menos público y más o menos solemne. No imagino qué organizará el Vaticano el próximo día 28 de febrero para enaltecer o no la figura de un, cuanto menos, trascendental Pontífice. Hágase lo que se haga, más de medio mundo estará pendiente de tan importante e histórico suceso. En esa jornada, además de ver por televisión tan significativo acontecimiento, yo también miraré a mi alrededor más cercano y puede que me acuerde de don Ramón. Un hombre extraordinario que se entregó de lleno a los malagueños y al que tuve la suerte y el privilegio de conocer, de tratar y hasta de pregonar su apostolar figura en el Teatro Cervantes de la capital. Sí, seguro que rememoraré muchas situaciones inolvidables vividas junto a él y presumo que, entre una y otra imagen televisiva del Papa mostrando su sentido adiós, no podré quitarme de la cabeza ni tampoco del corazón aquella otra lejana decisión del que fuera Obispo de Málaga. ¿Lo recuerdan?: ¡Buxarrais también renunció!.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Cuando supe lo de la renuncia de Ratzinger, lo primero que hice fue acordarme de don Ramón. Volvemos a coincidir en nuestras apreciaciones (y en nuestro aprecio a determinadas personas).
Un saludo, amigo.
Arturo Fdez Sanmartín