“Noté
en mi garganta un dimensionado
nudo, más bien producto de la incertidumbre vital que nos
espera en el futuro que no por mor de las doce festivas moscateles que, gong tras gong, también
llenaron mi boca con extraños sinsabores”
El 2013 ya habita entre nosotros y muy
pocas veces, por no decir nunca, he observado tan poca expectación e ilusión en
las típicas expresiones de la gente ante la llegada de un flamante año. El
miedo y la desesperanza se nos ha metido a muchos en el cuerpo y en la mente,
sin que en esta puntual ocasión haya habido Rey Mago de Oriente o Rey Juan
Carlos I que nos levantara la moral y así aliviar el desánimo para afrontar
los duros retos que el horizonte inmediato parece guardarnos.
Es más, cuando las consabidas uvas me
pasaportaron de la Noche Vieja al Año Nuevo el habitual “atragantamiento” fue algo
mayor de lo previsto. Noté en mi garganta un dimensionado nudo, más bien
producto de la incertidumbre vital que nos espera en el futuro que no por mor de
las doce festivas moscateles que, gong tras gong, también llenaron mi boca con extraños sinsabores.
En esos “campaneros momentos” mi sentir estaba algo desubicado de fecha, ya que
hubiese preferido celebrar la llegada del 2014 o del 2015, en el supuesto de
que los malos tiempos presentes se estuvieran superado para entonces.
Sí, sí. Aunque tal sensación conllevara
un acortamiento existencial, después de haber sobrevivido al 2012, presumiblemente
el nuevo año se nos presenta con “más de lo mismo o peor que el anterior”. Y
todo ello, pese a lo mucho que los políticos de turno se empeñan en decirnos que
durante los próximos 365 días habrá salvador freno a la caída de la maltrecha economía
y que, por tanto, remontaremos el vuelo en la mejora del machacado bienestar social.
¿Ustedes se creen semejante pronóstico?
¿Quién pone la mano en este esperanzador
“fuego” del 2013 o del 2014?
Soy de la opinión que una sociedad como la nuestra, sin
confianza en la potencialidad de sus virtudes y sin autocorrección en el lastre
de sus defectos… Una sociedad con mandatarios partidistas que nunca alcanzan el
grado de líderes referenciales de cara a guiarnos con ejemplaridad, coherencia,
verdad y altura de miras… Una sociedad carente de concienciación para acometer
las necesarias actualizaciones estructurales y coyunturales que mejoren e igualen nuestras
vidas en común… Una sociedad cada vez más anónima, indolente y plana en su
existir… Una sociedad de tal guisa creo que tiene un futuro colectivo “atragantado”
y, más temprano que tarde, será irremediablemente desmembrada por multitud de mezquinos intereses
económicos y políticos hasta convertirla en algo así como “una prostituida cuna
de nuevos rebaños pastoriles en manos de la globalizada sinrazón del siglo XXI”.
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