sábado, 5 de enero de 2013

El "atragantamiento campanero" del nuevo año

“Noté  en  mi  garganta  un  dimensionado  nudo,  más  bien  producto  de  la  incertidumbre  vital  que  nos  espera  en  el  futuro  que  no  por  mor  de  las  doce  festivas  moscateles  que,  gong  tras  gong,  también  llenaron  mi  boca  con  extraños  sinsabores”

El 2013 ya habita entre nosotros y muy pocas veces, por no decir nunca, he observado tan poca expectación e ilusión en las típicas expresiones de la gente ante la llegada de un flamante año. El miedo y la desesperanza se nos ha metido a muchos en el cuerpo y en la mente, sin que en esta puntual ocasión haya habido Rey Mago de Oriente o Rey Juan Carlos I que nos levantara la moral y así aliviar el desánimo para afrontar los duros retos que el horizonte inmediato parece guardarnos.

           Es más, cuando las consabidas uvas me pasaportaron de la Noche Vieja al Año Nuevo el habitual “atragantamiento” fue algo mayor de lo previsto. Noté en mi garganta un dimensionado nudo, más bien producto de la incertidumbre vital que nos espera en el futuro que no por mor de las doce festivas moscateles que, gong tras gong, también llenaron mi boca con extraños sinsabores. En esos “campaneros momentos” mi sentir estaba algo desubicado de fecha, ya que hubiese preferido celebrar la llegada del 2014 o del 2015, en el supuesto de que los malos tiempos presentes se estuvieran superado para entonces.

Sí, sí. Aunque tal sensación conllevara un acortamiento existencial, después de haber sobrevivido al 2012, presumiblemente el nuevo año se nos presenta con “más de lo mismo o peor que el anterior”. Y todo ello, pese a lo mucho que los políticos de turno se empeñan en decirnos que durante los próximos 365 días habrá salvador freno a la caída de la maltrecha economía y que, por tanto, remontaremos el vuelo en la mejora del machacado bienestar social.

            ¿Ustedes se creen semejante pronóstico?

            ¿Quién pone la mano en este esperanzador “fuego” del 2013 o del 2014?

           Soy de la opinión que una sociedad como la nuestra, sin confianza en la potencialidad de sus virtudes y sin autocorrección en el lastre de sus defectos… Una sociedad con mandatarios partidistas que nunca alcanzan el grado de líderes referenciales de cara a guiarnos con ejemplaridad, coherencia, verdad y altura de miras… Una sociedad carente de concienciación para acometer las necesarias actualizaciones estructurales y coyunturales que mejoren e igualen nuestras vidas en común… Una sociedad cada vez más anónima, indolente y plana en su existir… Una sociedad de tal guisa creo que tiene un futuro colectivo “atragantado” y, más temprano que tarde, será irremediablemente desmembrada por multitud de mezquinos intereses económicos y políticos hasta convertirla en algo así como “una prostituida cuna de nuevos rebaños pastoriles en manos de la globalizada sinrazón del siglo XXI”.

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