jueves, 17 de enero de 2013

El cartel de la "Inocencia"

“El lienzo de Rittwagen, representando la matinal procesión de La Pollinica, es una espectacular comitiva malagueña de íntimas y públicas emociones con nazareno caminar. Por él desfilan sin perder el paso la Fe, la alegría, el colorido, la solemnidad, la ilusión, el aroma, la armonía, la brisa, el futuro, la gracia, la luminosidad, la belleza, el sentimiento, la Inocencia hecha talla en madera y también la de carne, faraona y chupete…”

Aunque el género de la cartelería anunciadora haya dejado de tener hoy la función social de antaño, sólo por su vigente empleo y ejecutoria más o menos creativa, más o menos artística o más o menos comunicadora, sigue siendo útil como completo añadido al resto del aparato mediático que suele acompañar al evento o producto a trascender. Antiguamente, los carteles fueron tan imprescindibles que en cierto modo consiguieron marcar la pauta callejera de lo público. Si algo a celebrar o a promocionar no era estampado y difundido con el consabido cartel anunciador, esa celebración/promoción tenía muy difícil lograr el éxito de su convocatoria o aceptación. De ahí que la cartelística llegara a convertirse en una especialidad plástica con identidad y técnica propias, consagrando a significados artistas/profesionales en los ámbitos preferenciales de la cultura institucional y de la publicidad comercial.

 Desde sus orígenes, la realización y desarrollo de la cartelería han estado asociados al arte de la pintura al óleo. Con el paso del tiempo fue luego permeando en distintas esferas de las viejas y nuevas tecnologías, hasta la llegada del marketing y la multimedia actuales, sin que dichas modernidades hayan causado una gran pérdida de sus tradicionales fundamentos artísticos. Esta evolución de tan destacado soporte gráfico, al menos desde principios de los años veinte del pasado siglo y hasta nuestros días, salvando el periodo fotográfico de las décadas de los sesenta, setenta y ochenta, puede apreciarse en la extraordinaria colección de carteles que atesora la Agrupación de Cofradías de Semana Santa de Málaga. Ella es, casi con toda seguridad, una de las mejores que existen en España dentro de la temática pasionista.

Pintores artistas malagueños de gran relieve como José Ponce, Enrique Jaraba, Pablo Coronado, Aristo-Téllez, Ramos Rosa, José Morel, Luis Bono ó Juan Casielles, en una primera etapa, plasmaron su impronta cartelera con obras de innegable categoría. Y más recientemente, otros autores de significado prestigio tales como Virgilio, Revello de Toro, Paco Hernández, Chicano, Barberán, Montiel, Torres Mata, Leonardo, Rando Soto, Pepe Palma o Mingorance han sabido mantener el testigo de los pinceles y de las paletas a la hora de anunciar, en consonancia con sus antepasados colegas, las celebraciones posteriores de la Semana Mayor malacitana.

En este recién estrenado 2013 se han roto los moldes convencionales de la cartelera agrupacionista malagueña. Y se han roto al igual que ocurriera en 1998 con el inesperado dibujo “acartelado” de Picasso. En aquella ocasión se reprodujo el boceto de una desconocida imagen de un Cristo coronado de espinas, supuestamente atribuido al universal genio. No obstante, las hipotéticas hormas quebradas de ambas obras, la flamante de este año y la de tres lustros atrás, nada tienen en común, ni tan siquiera en cuanto al beneplácito popular que una y otra cosecharon/cosechan en sus respectivas épocas. Si el picassiano boceto -al margen de cualquier significación artística- desconcertó a todo cofrade y no cofrade viviente, e incluso desagradó a unos cuantos, el cartel que para la venidera “Pasión de Málaga” ha elaborado el pintor Jaime Díaz Rittwagen está consiguiendo desde primer momento un consenso mayoritario de aprobación, de aplauso y de... ¡Ya era hora!

El afortunado Jaime, semanasantero genético y vecino del marítimo barrio de La Malagueta, ha “revolucionado” la vetusta y sobria galería artística de la entidad cofradiera con sede en el histórico Hospital de San Julián. El hecho de haber sido fiel a sus señas de identidad y al inconfundible estilo pictórico naif de sus óleos ha posibilitado la culminación de un cartel único, muy especial y muy distinto a mucho de lo hasta ahora pintado para tan importante fin promocional.

¡Dios me libre de entrar en profundidades valorativas y comparativas sobre la obra en cuestión! No soy quien para ello, pero sí me considero persona sensible a todo lo creativo que me llame la atención y por eso escribo lo que escribo.

Decía el recordado periodista Julián Sesmero que el presunto arte es arte de verdad cuando éste nos llega a emocionar. El lienzo de Rittwagen, representando la matinal procesión de “La Pollinica” por la frondosa y bulliciosa Alameda, es igualmente una espectacular comitiva de íntimas y públicas emociones con nazareno caminar. Por él, además de la parafernalia procesionista que corteja a las entronizadas imágenes, desfilan sin perder el paso la Fe, la alegría, el colorido, la solemnidad, la ilusión, el aroma, la armonía, la brisa, el futuro, la gracia, la luminosidad, la belleza, el sentimiento, la “Inocencia” hecha talla en madera y también la de carne, faraona y chupete...

El cartel de la Semana Santa malagueña de este año es, en definitiva, una apoteosis de emotivas sensaciones que da “Amparo” a niños y a mayores, a creyentes y a no creyentes, a nativos y a forasteros, a pudientes y a no pudientes, a actores y a espectadores… Incluso a “Lágrimas y Favores”.

¡Así pues son en Málaga las mañanas del Domingo de Ramos, señoras y señores!

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