“El
super divulgado Manifiesto por el Málaga
está siendo un expectante y a la vez desconcertante revulsivo para retratar a
una buena parte de nuestra sociedad que sólo parece reaccionar, con semejante
pujanza, en favor de algo tan relativo como pelear
contra una posible arbitrariedad o injusticia de índole futbolística”.
Dados los tiempos que corren, donde
lo global supera a lo particular, el inmovilismo retiene al dinamismo y lo
original es suplantado por lo genérico, una buena mayoría de la sociedad
española parece dormitar en un letargo casi comatoso, ofreciendo la impresión
de estar muy ajena o de ser poco consecuente con relación a los nuevos retos
que el día a día nos viene imponiendo en los últimos años. Retos estos que, más
que provocar una lógica mejora en la calidad de vida, la crisis del momento
aparenta haber alterado la convencional escala de prioridades y ahora los
objetivos de nuestros “s-electos” gobernantes apuntan a desmontar gran parte de
lo conseguido en materia de bienestar y, en definitiva, a precarizar nuestra ya
dura existencia.
La falta de compromiso, la
extinguida rebeldía, el orgullo descafeinado, la pasividad contestataria, el
coraje amansado, la democracia amañada… Tales síntomas están conformando el
perfil de un “españolito” que nada tiene que ver con aquel otro -seguramente
padre o pariente cercano del susodicho-, que dos o tres décadas atrás fue empapada
“esponja" o beligerante “trinchera” de todos los frentes posibles de la
reivindicación social.
¡Claro! ¡Eran otros tiempos…! ¡Y
también eran otras personas…! ¡Cierto! Pero esta pasmosa actitud de acobardado
amor propio y colectivo que hoy nos contagia no es óbice para “tirar la tolla” y acabar inhibiéndonos del cúmulo de indecencias que
semana tras semana suceden en cualquier esfera de la vida institucional o
general: corrupciones, falsedades, incumplimientos, deslealtades, malversaciones,
connivencias, arbitrariedades, apropiaciones indebidas, favoritismos,
desigualdades, prevaricaciones, sospechosos enriquecimientos… Sin olvidarnos
del galopante paro, de la alarmante miseria o de la continua pérdida de valores
humanos.
Así, pues, salvo raras excepciones,
el conformismo, la apatía y el individualismo se han ido adueñando del apagado latir
de la ciudadanía y en la actualidad mínimas banderas de protestas o de
inquietudes movilizan a la gente de una manera decidida y unánime para poner en
práctica la célebre frase de “la unión
hace la fuerza”.
¡Y no será porque en el vigente panorama
no se estén originado cabreantes y dolorosas enseñas de repudio y protesta…!
¡Seguro que, años atrás y con aquellos
otros “españolitos” de antaño, las indignaciones que hoy día soportamos hubieran
tenido una más apropiada contestación de rechazo y censura que las habidas
hasta el momento! Incluso, es tan evidente el hastío imperante en nuestras
conductas o modus vivendi que ni siquiera surgen cantautores/poetas nuevos que,
como en su época lo fueron Serrat, Pablo Guerrero, Rosa León, Sabina, Aute, Labordeta,
Hilario Camacho, Cecilia o el inolvidable Carlos Cano, se atrevan en sus creaciones
artísticas a plasmar de manera crítica y comprometida las continuas
desvergüenzas locales, provinciales, autonómicas y nacionales que nos rodean en
estos albores del siglo XXI. ¿También los “trovadores” han sido exterminados?
¿Resignación? ¿Indolencia? ¿Alienación?
¿Desconsuelo? ¿Abatimiento? ¿Impotencia? ¿…?
¡Vayan a saber…!
Aquí parece que lo único que mueve
montañas sociales, con relación a nuestra bendita tierra, es el fútbol o mejor
dicho el “championísimo” Málaga C. F. Bien es verdad que, para cómo están los
tiempos y con lo que está cayendo, la institución blanquiazul se ha convertido
una de las pocas entidades malagueñas -por no decir la única- que brinda algunas alegrías, solo pseudodeportivas, al mustio ambiente generalizado que nos circunda.
¡Menos mal!
Gracias al equipo de La Rosaleda se está
pudiendo comprobar -bajo el paraguas mediático del meritorio diario decano de la prensa
local- que, hasta la fecha, por encima de cincuenta y cinco mil hombres y mujeres han dado síntomas de “existir”
en este castigado rincón del sur hispano.
¡Válgame Dios!
¡Cerca de 60.000 personas conocidas y
desconocidas, todas ellas identificadas con nombre, apellidos y hasta profesión, están “vivas” para -al margen de la letra pequeña- hacerle frente
a la poderosa UEFA, ante una posible sanción económica y exclusión
competitiva que el organismo futbolero europeo quiere imponerle al club malaguista
por supuestas demoras en los desembolsos de deudas dinerarias a ciertas
administraciones y demás acreedores!
El super divulgado “Manifiesto por el Málaga” está siendo
un expectante y a la vez desconcertante revulsivo para retratar a una buena
parte de nuestra sociedad que sólo parece reaccionar, con semejante pujanza, en
favor de algo tan relativo como “pelear” contra una posible arbitrariedad o injusticia
de índole futbolística ¿?
En fin… Si en Málaga no tuviésemos
una tasa de desempleo en torno al 35% de la población activa… Si el umbral de
la pobreza no estuviera rondando al 25% de los malagueños… Si nuestra provincia
dejara de estar en los primeros puestos del ranking nacional de morosidad… Si
Málaga no fuera la tercera localidad española donde más empresas vienen
desapareciendo… Si obras públicas fundamentales, como la construcción del Metro-Málaga, no peligraran su finalización… Si los centros educativos y colectivos sociales
tuviesen garantizados en sus plazos los pagos oficiales… Si la juventud
estuviera esperanzada con el futuro que le aguarda… Si nuestros mayores no
temieran por sus precarias pensiones… Si la clase dirigente fuera más ejemplar
y diera adecuada respuesta a nuestros derechos…
Miren, ustedes… Yo, entonces, no me
cuestionaría el referido “Manifiesto”. No me preocuparía tanto por la actitud
de la sociedad actual y seguro, además, no escribiría esta amarga interrogante
final: ¿Estamos vivos para algo más que el fútbol? ¿Hay alguien que proponga
otro tipo de manifiesto en defensa de otra Málaga y de otros Malagueños?
1 comentario:
Así de triste y así de lamentable como tú lo cuentas, Paco.
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